Guerra al efectivo: mi día sin monedero

¿Es posible vivir sin efectivo en Zaragoza? Sí, pero con condiciones: mejor en el centro y sin frecuentar bares ni papelerías

Varios clientes, comprando en unos céntricos grandes almacenes de Zaragoza
Varios clientes, comprando en unos céntricos grandes almacenes de Zaragoza

El objetivo era simple: tratar de pasar 24 horas en Zaragoza sin efectivo, pagando solo con tarjeta o a través del móvil. Sí, uno puede quedarse todo ese tiempo de brazos cruzados delante del televisor; para vencer ese riesgo, la idea es elegir un día movido y salir de casa al punto de la mañana. ¿Será posible? ¿Habré de dar muchas vueltas para llevar a cabo mis planes?

9.00

Lo mejor para vencer la tentación es dejar la tentación guardada en el cajón. Así pues, salgo a la calle sin cartera, pero con dos armas: la tarjeta de crédito y el móvil. Mi primera parada es la mercería, donde tengo que comprar dos pares de rodilleras para el sexto pantalón de chándal que ha roto mi hijo en dos meses. Junto a un rollo de hilo, el importe suma 7,60 euros. Al sacar la tarjeta de crédito, la dependienta me señala un cartel que indica que el pedido mínimo son 10 euros. Me convence de que compre un tercer par de rodilleras; como -dadas las circunstancias- soy cliente habitual, aunque el importe asciende a 9,30 me dice que por esta vez hará una excepción.

Primera prueba superada.

A continuación acudo a la peluquería con la esperanza de que me cojan al momento. Como no está el horno para bollos, pregunto en uno de los locales de corte barato que proliferan por la ciudad; en este caso, en Peluquería Qianyi, en Camino de las Torres. No, no aceptan tarjeta. Mala suerte.

10.00

El día amanece lluvioso y decido pertrecharme contra el aguacero recargando mi tarjeta bus, que está seca. Nunca se sabe. En el supermercado Eroski frente a la peluquería hay una máquina para ‘alimentar’ la tarjeta, pero el cartel lo deja claro: ‘Solo billetes de 5, 10 y 20 €'. Algo inquieto, me dirijo entonces al Alcampo de Juan Pablo Bonet y, ahí sí, en caja recargan con tarjeta de crédito. Por ahora, la cosa marcha.

Mientras hago tiempo para ir al periódico trato de comprar un diario nacional en la papelería de Diego Velázquez, pero no hay forma: no aceptan tarjeta. Entonces recuerdo que Frutos Secos el Rincón es también punto de venta de prensa y acudo al de Sagasta, donde me confirman que no hay pedido mínimo. Ahí vamos.

11.00

Echo un vistazo al rosario de ‘apps’ de movilidad urbana -Mobike, Lime, Koko, Muving, etc- para ver con cuál me quedo pero la lluvia me hace renunciar. Me salto la opción del taxi ante el riesgo de que no tenga TPV. Me dirijo finalmente en coche al centro y dudo si entrar o no en el Parking Sanclemente; me viene a la cabeza que ni en el parking público del colegio Jesuitas ni en el situado a su lado aceptan VISA y temo verme obligado a romper mi compromiso contra el efectivo. Por ello opto por la zona azul, donde la aplicación móvil Zaragoza ApParca permite solventar el pago en unos segundos.

De paso por el periódico para hacer un recado, recuerdo que no he almorzado. Sale al rescate la máquina de ‘vending’, ya que por medio de la ‘app’ Eboca Wallet tengo acceso a cualquier producto con tal de que conecte el bluetooth y la ubicación.

12.00

Me he citado con José Ángel Oliván, secretario general de la Unión de Consumidores de Aragón (UCA), para que me hable de la inexorable caída del efectivo y de las consecuencias que puede traer para el usuario. Oliván cree que el dinero en metálico tiene fecha de caducidad y que puede “estar próxima”. Además, relativiza el temor ante un exceso de consumismo por la profusión de las tarjetas de crédito del que alertan algunos expertos: “No me parece una amenaza”.

El secretario general de la UCA sí quiere poner el acento en los posibles efectos de la “bancarización”, de que todo intercambio entre comprador y vendedor tenga a un banco en medio. En ese contexto, indica, “se va a tener que garantizar el derecho a tener una cuenta corriente”. Porque podemos generar un problema: “El de los consumidores vulnerables; una persona puede quedar incapacitada para operar en el mercado”.

Además, Oliván destaca una cuestión distinta pero igual de importante, el derecho al control de la información. “Aquí aparece un cuarto elemento, que es el proveedor de servicios telefónicos o de comunicación, que tienen acceso a tus datos. Va a ser necesario configurar nuevos espacios de derechos”, vaticina.

13.00

La aplicación Zaragoza ApParca no solo permite pagar el estacionamiento, sino que también avisa del momento en el que tu tiempo está próximo a expirar. Pero si haces caso omiso a la advertencia -como es el caso- es fácil que te acaben poniendo multa -también es el caso-. Por suerte, la propia ‘app’ incluye un sistema de pronto pago por el que con un ‘click’ y el envío de 3,5 euros retiras la sanción.

Solventado esto, toca pensar en comer. Y como uno tiene tan pocas ganas de pensar como de ponerse a hacer comida, decide pasar por el Nostrum, tienda que ofrece platos desde 1 € para llevar. Por suerte, no tienen pedido mínimo, aunque el dependiente apunta que es poco habitual por esas cantidades. “Si puedo evitarlo, lo evito”, admite. Con este cliente, sin embargo, deberá transigir.

16.00

La tarde arranca con un café con un amigo en el Hamburgo de Sagasta, donde no hay problemas para pagar con tarjeta. Allí, este conocido deja caer en un momento de la conversación una pequeña deuda del sábado anterior. Era algo temido. Pese a que hay confianza, renuncio a revelar el experimento en el que me encuentro y lo solvento con presteza: la ‘app’ Bizum -que casi todos los bancos españoles tienen adaptada a su propia marca- permite hacer pagos entre particulares de forma gratuita e instantánea, con lo que vuelvo a evitar el engorro del dinero en metálico. Nueva prueba superada.

17.00

De camino al colegio paso por Martín Martín, donde no hay problema para pagar con el NFC del móvil dos bollos para la merienda por un par de euros. Los prometidos sobres de cromos, sin embargo, tendrán que esperar, porque en las dos papelerías que hay en el trayecto solo aceptan efectivo.

Llegados a este punto, es bueno recordar que los comercios no están obligados a admitir el pago con tarjeta, aunque en los últimos años han surgido voces que abogan por ello. Por ejemplo, en el acuerdo que firmaron el PP y Ciudadanos en agosto de 2016 se incluía el derecho de los consumidores “a pagar cualquier bien o servicio cuyo importe supere los 10 euros a través de tarjeta de crédito, reduciendo la comisiones”. Más corpórea será la obligación de comercios y bares de aceptar el dinero de plástico para compras superiores a 30 euros, ya que la medida viene impuesta por la UE; en concreto, de la transposición de la denominada PSD2. La norma está ahora mismo en tramitación en el Congreso.

18.00

El momento más delicado del día consiste en llevar al hijo al barrio de La Paz, donde está apuntado a la escuela de música. Salir del centro supone un gran riesgo cuando vas sin monedero.

Y al llegar se confirman mis sospechas: no puedo tomar café en dos bares próximos al Centro Cultural La Paz. Renuncio a la cafeína y decido aprovechar el tiempo en el que el niño está en clase en la frutería de la calle de Oviedo, pero el pedido mínimo con tarjeta es de 10 euros, como evidencia un aparente cartel escrito a mano. Por cierto que es obligatorio que este aviso se encuentre en un lugar visible, lo cual no siempre sucede. En todo caso, no voy a llegar a ese importe, por lo que me marcho. En el supermercado Coaliment situado al lado tengo más suerte ya que no hay límite. Algo es algo.

19.00

Va siendo hora de recogerse. En 2016, el importe abonado con tarjeta de débito o crédito superó por primera vez al que los españoles sacaron de los cajeros automáticos, según informó en su día el Banco de España. Pese a esto, aún queda mucho camino por recorrer, ya que el 80% de los pagos en la eurozona se siguen haciendo en metálico.

El BCE acaba de hacer público un informe en el que aún se observa la primacía del efectivo en Europa. Hace dos años hubo 129.000 millones de transacciones en ‘cash’ frente a 30.000 millones con tarjeta, aunque el importe medio del dinero de plástico fue tres veces mayor (36,9 € por 12,8 €). Es decir, que aún hay recelos o impedimentos a la hora de pagar pequeñas cantidades con tarjeta o por otros medios. Otro dato curioso: de media, los españoles llevan en la cartera 50 €, lejos de alemanes (103 €) y griegos (80 €) y detrás de los italianos (59 €), pero por encima de los franceses (32 €). Además, parece haber cierta correlación entre riqueza y preferencia por el dinero de plástico; en España un 40% de los consultados prefieren usar la tarjeta, frente a un 42% que se queda con el dinero en efectivo.

Con estos datos en la mano, siento que sí, que quizás he logrado poner una pica en Flandes. Lo celebro con unas hamburguesas que, por supuesto, abono con tarjeta.

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