Aniversario del deseo y del poder

Cuando se cumplen cincuenta años de aquel estallido de rebeldía, Mayo del 68 queda como el arranque de un nuevo mundo surgido desde la utopía. Un movimiento inesperado que hizo añicos una sociedad gris.

Enfrentamientos, el 2 de mayo, en el Boulevard Saint Germain
Enfrentamientos, el 2 de mayo, en el Boulevard Saint Germain
AFP

Qué nos queda de aquel Mayo del 68. Un mito en la Historia ataviado de miles de fábulas. Un punto de inflexión en un mundo harto de todo, heredero de guerras y sumido en la búsqueda de sí mismo. "Un acontecimiento tan relevante como su leyenda que no sólo supuso una ruptura total con todas las formas anteriores de hacer política, sino que, como indicó Jean Paul Sartre, fue totalmente inesperado", explica Joaquín Fortanet, profesor de Filosofía de la Universidad de Zaragoza. "La relativa prosperidad de la Francia de De Gaulle de nada sirvió para aplacar un movimiento, en un principio estudiantil, que más que necesidades reivindicaba deseos. Fue un contexto en el que se entrecruzaron muchas luchas: las de Socialismo o Barbarie, las del Situacionismo, la de los sindicatos, las maoístas, los comunistas, los antiguos opositores a la guerra de Argelia, los críticos con la guerra de Vietnam, .... Y todas estas reivindicaciones locales se convirtieron en un cuestionamiento del mundo entero, de la sociedad tal y como estaba organizada. De ahí los lemas como ‘Prohibido prohibir’, ‘La imaginación al poder’, ‘Sed realistas, pedid lo imposible’". Mostró de qué modo, sin condiciones objetivas que lo determinen (sin una situación de necesidad radical) "es posible que todo cambie. Que en ocasiones, la Historia se rompe y es necesario darse reglas nuevas que sean más justas, más libres, más felices. Introdujo en el debate político la cuestión del poder, entendiendo muchas relaciones como un juego entre poder y resistencia, incluso allí dónde no es evidente, y que este poder es, la mayoría de las veces, intolerable. Y, también, que ese saber que poseen aquellos que tienen respuestas para todo, no es útil ni verdadero, sino que posee efectos de poder. Lo importante, entonces, es utilizar el saber (la ciencia, la filosofía, la economía, la sociología) no para desvelar la verdad oculta del mundo, sino para sostener las luchas que parecen legítimas y nunca para reproducir las instituciones que propagan el estado de cosas".

Mayo del 68 fue un estallido inesperado que se coció, sin embargo, en numerosos puntos: "Porque los sucesos habían comenzado con la politización del movimiento estudiantil berlinés un año antes, con el obrerismo de las juventudes italianas, disidentes del PCI, con las primeras algaradas de resistencia contra el socialismo real en Checoslovaquia, por ejemplo… Y, ¿podemos olvidarnos del movimiento estudiantil, pacifista y reculturalizador que tiene lugar en algunas universidades de Estados Unidos, inmerso entonces en la tragedia sombría de Vietnam?". Así lo ven los catedráticos de la Universidad de Zaragoza José Luis Rodríguez García, de Filosofía, y Agustín Sánchez Vidal de Historia del Cine, ensayista, guionista y novelista, espectador privilegiado y agudo analista del París después de las barricadas; del fin de la Primavera de Praga desde la Alemania aún Federal; de la California que luchaba contra Vietnam y la segregación, para quien lo que se dio en aquel Mayo del 68 fue "un factor generacional, en el que por vez primera hubo una cultura específicamente juvenil compartida en medio planeta, articulada en torno a la música, y en especial a los Beatles, que fueron un fenómeno mundial. Y eso determinó otra forma de vestirse, la minifalda e ir sin corbata, los pelos largos en los chicos, la píldora anticonceptiva que permitía unas relaciones más libres y muchas otras formas de comportamiento que, al final, son las cosas que cambian la vida. Uno de los protagonistas de aquel 68, el cineasta Jean-Luc Godard, decía que los cambios de contenido son importantes, y los de forma también; pero que no son nada comparados con los de las formas: el modo en que se recibe a un jefe de Estado en un aeropuerto, los discursos, los ritos de cortejo, las liturgias de un cumpleaños, una boda o un funeral... Cambiar eso lleva siglos e incluso milenios. Y seguramente lo que sucedió hace cincuenta años fue uno de esos puntos de inflexión, gracias al cual los jóvenes adquirieron entidad propia".

No resulta fácil evaluar lo que ha quedado de todo aquello, "además, cada país tenía una dinámica diferente, que en el caso del nuestro eran las protestas contra la dictadura de Franco". Joaquín Fortanet no cree que se pueda hablar ahora de una involución. "Los réditos políticos de Mayo se desvanecieron durante los años 80, aunque pervivieron sus hitos culturales y liberadores en la conciencia común. Hoy en día tenemos movimientos políticos tremendamente interesantes que superan las limitaciones propias del Mayo francés, incluyendo temas como el feminismo o el ecologismo, como las luchas transgénero o el postcolonialismo, la superación de la localización de lo político en el seno de la universidad y la aparición de nuevos sujetos políticos".

Despertar en París

Para María Luisa Ben-Amar, profesora de francés durante cuarenta y cinco años en Zaragoza, aquel mes de mayo le abrió los ojos a la vida. Hija de un miembro de la Inteligencia marroquí y de una madrileña, nació en Sevilla pero es zaragozana, porque aquí llegó a la muerte de su padre, con 7 años, "porque mi abuelo era de Sádaba. Yo sabía francés por mi padre y su padre, mi abuelo, un hombre profundamente musulmán. Pero mi padre era ateo y mi madre católica y ella nos educó de manera muy firme". La vida le puso en bandeja poder ir a París de ‘au pair’ a casa del cónsul español donde pasó tres años. "Yo llegué en el verano del 67 y me apunté a clases en la Alliance Française y en la Sorbona 1. Y lo viví todo. Sí le digo que compartía ideales porque quienes sustentaban aquella movida en muchos casos tenían una gran razón. ¿Quiere creer que la primera vez que oí hablar mal de Franco fue en París? y por boca de un estudiante mexicano que me dijo “¡pero, mi hija, usted no sabe nada de la vida!”. Porque en casa había ‘juanistas’, requetés… pero nunca oí de ningún familiar que hubiera estado en el otro bando en la guerra, bueno, sí, un primo al que nadie nombraba que era comunista y había caído en el frente de Teruel. Fui a París vendiendo España y me fui callando y callando según me iba enterando. No se puede educar a una persona con orejeras". "Me di cuenta de lo que sucedía en España de golpe y de golpe me di cuenta de todo, de lo sentimental, lo político, de lo social, de lo sexual. Porque yo no sabía nada. Desperté en París". "¿Qué decían los diplomáticos españoles? Hablaban encriptadamente". Y resume que la mayor lección que aprendió fue a mirar sin juzgar a nadie, "así he intentado educar a mis hijos", y que los fascismos son igual de derechas que de izquierdas.

La abogada Altamira Gonzalo estuvo en el París post 68, "de 1971 a 1973, y viví las consecuencias, que eran para mí un ambiente de desafío a la autoridad y de utopía". Altamira explica que sobre todo conserva de aquel ambiente un principio fundamental: la intransigencia contra las injusticias. Como María Luisa, cree que "nuestro mayo tardío fue la Transición, diez años más tarde, esos que siempre nos llevan de ventaja los franceses y otros europeos. Tuvimos entonces nuestra fiesta, más controlada, pero con efectos más importantes", aunque para María Luisa "aquí fue todo a borbotones...". Desde entonces, desde 1978, en España hemos avanzado y mucho. "Particularmente en bienestar y en derechos para toda la ciudadanía", dice Altamira Gonzalo. "Con avances y con retrocesos, pero el resultado es claro. No tiene nada que ver nuestra sociedad actual con la opresiva y rancia de los años 60 y 70. Hemos luchado mucho, pero hemos conseguido mucho en reconocimiento de derechos; para las mujeres, un poco menos, aunque espero ver cumplida la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres. Creo que el movimiento utópico se ha perdido, salvo por las mujeres. El movimiento #MeToo contra el acoso y las agresiones sexuales a las mujeres, ha estallado. Y hemos comenzado a conocer sus dimensiones; hay que esperar. En este momento, juegan un papel similar al de aquellos estudiantes rebeldes del 68".

A José Luis Rodríguez, lo que le parece inolvidable "es que el 68 provoca una oleada de nuevos sujetos sociales: el feminismo, el fortalecimiento del pacifismo, la nueva comprensión del hábitat humano… Esto, planteará algunos problemas de disonancias entre tales movimientos. Aún estamos inmersos en el agobio que provoca las extremas dificultades para coordinar tales movimientos. Bueno, acaso la generación siguiente avance más de lo que pudimos hacerlo quienes estuvimos durante tiempo ensoñados con el inmenso oleaje de aquella década". Aunque remata que "el Poder tiene el privilegio de dictar horas de excepcionalidad en las que dichas conquistas sociales y culturales son puestas entre paréntesis. En este sentido, me parece que hay procesos involutivos –cuyo origen se remonta a los mandatos de Reagan y Thatcher–: la estrategia parece muy clara, se trata de convencer a la ciudadanía de que optar entre medidas involutivas y promesas críticas sólo debe hacerse atendiendo a la primera alternativa de la disyuntiva. Es de una grosería insuperable, y lo sorprendente es que el discurso ha cundido presentando la primera alternativa como garante de la democracia. Verdaderamente, esto es basura intelectual y política".

Chaime Marcuello, profesor de Trabajo Social, cree que "vivimos un mito alrededor de Mayo del 68. Se ha creado un espacio admirado desde una España cerrada y autoritaria. Acomplejada. Todos los políticos de la Transición, y después ese primer gobierno de Felipe González, tenían como objetivo homologarse con Europa, y Mayo del 68 era esa referencia. El ideal mitológico". "Los que se movilizan en el 68 es la llamada ‘gauche divine’, esa izquierda divina que luego lleva a sus hijos a colegios de pago. Como hizo después el PSOE aquí en España. La contradicción es constante, ahí está esa teoría de la sombra. ¿Podemos pedirles responsabilidades por ello, tienen derecho a defender unos ideales que luego no cumplen? No hay que olvidar que Mayo del 68 es político, social y moral. Si solo hubiera sido un movimiento político o social, quizá no habría que pedirles una coherencia moral. Pero que esas personas que reclamaban una cosa se hayan convertido en lo que tanto criticaban. Resulta incoherente. Cuando rascas en esa generación, en ese Mayo, ves que buscaban una utopía y nos ha creado muchas distopías. Se rebelaban contra las costumbres morales y nos han dejado una sociedad desmoralizada. Somos una sociedad asustada, atemorizada a perder la comodidad. El sistema educativo que esa gente trajo sentó las bases de una mayor desigualdad que el que venía del franquismo. Ese ‘ascensor social’ que permite a personas de una clase más humilde acceder a la educación y optar a más oportunidades se lo han cargado. Los herederos del 68, precisamente. Vivimos en una época donde vemos una falta de la libertad de expresión. Ellos, que la pedían. Vivimos en una sociedad más elitista donde se dan más desigualdades extrema". Aún es más explícito al indicar que "en el 68 se da una enorme energía emocional que se despliega en un momento en el que todavía existía un concepto de clase social. Esa misma energía emocional se hubiera propagado de manera diferente hoy, ya que vivimos en una sociedad mucho más individualista. Esa energía emocional es vital para tener ilusión y la moral alta". Y se pregunta si puede ahora, en nuestro tiempo, producirse la misma cadena, que manifestaciones como las de la mujer o los jubilados lleguen a otros grupos, pero "hoy en día nos falta precisamente esa energía. En realidad, no tenemos ni idea contra qué nos peleamos".

Sobre qué ha quedado en el camino es en lo que ahonda Juan Arana, Técnico de la Universidad de Zaragoza. "Hay dos pérdidas que lamento. Una es el ahogamiento del Estado de Bienestar que empezó a declinar a finales de los 70, con Reagan y Thatcher (igual que indica José Luis Rodríguez) y que sucesivas crisis han contribuido a dañarlo más. La segunda es el imperio de la ‘corrección política’ siempre por razones ‘nobles’: no se debe decir por no ofender, por no discriminar, por no incitar, por no divulgar. Prohibir deja de estar prohibido. La palabra libre vuelve a ser sospechosa". Aunque sí cree que quedan abundantes estelas de su legado, porque fue muy importante "en materia social, política y cultural. "Recuerdo que en 1972 se hizo popular el discurso que Jean Marc Levy Leblond pronunció al recibir un premio científico, en el que objetaba el papel de la ciencia como servidora del militarismo y de las multinacionales y ponía en duda la pretendida neutralidad de ésta. Se preguntaba también sobre el papel de la ciencia básica. Físico teórico, fue objeto de sanciones académicas. Hoy, la libertad con la que se habla en la academia hubiera hecho imposibles esas sanciones".

Crítico

Javier Jiménez Olmos, Doctor en Paz y Seguridad Internacional, es muy crítico en su análisis al indicar que "visto con la perspectiva del tiempo no fue un proceso tan revolucionario como pareció ser o como se ha pretendido mitificar. La Europa política de entonces era dominada por la alternancia entre democracia cristiana y socialdemocracia. Nada cambió con las protestas del 68. Más aún, algunos de los líderes que encabezaron aquellas revueltas ocuparon poco después cargos de relevancia dentro del sistema" y explica ese contrasentido de que los comunistas se unieran a las movilizaciones de París, y en la Primavera de Praga, también en el 68, los estudiantes se rebelarán contra el partido comunista allí dominante. "Hay movimientos que en cierta manera pueden recordar el mayo del 68. En España el 15M que ha sido importante para la aparición de nuevos partidos políticos. Como en el 68, las protestas actuales tienen mucho que ver con una crisis económica, cultural y de valores. En ese sentido se puede decir que perdura ese legado revolucionario mitificado. Muchos jóvenes después del 15M se enrolaron en alguno de los nuevos partidos que ofrecían expectativas como las que exigían los jóvenes del 68, sin embargo habrá que analizar por qué estos partidos no están consiguiendo los resultados que esos jóvenes esperaban".

Algunos de estos analistas creen ver algo de aquel mayo en las manifestaciones de nuestros jubilados, "un otoño del 18", que dice Jiménez Olmos, de quienes hicieron sus revueltas. José Luis Rodríguez no quiere parecer melancólico, "pero lo que se ha perdido es la ilusión en los procesos transformadores de calado y la confianza en los movimientos paralelos". "Se ha perdido el pensamiento utópico y la frescura de aquel movimiento movido por un pensamiento que decía: “la insolencia es una de las mejores armas revolucionarias”. Las utópicas somos ahora, en todo el mundo, las mujeres, porque tenemos mucho que ganar", termina Altamira Gonzalo.

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