Francesco Tonucci: "El mercado se ha hecho cargo de la soledad de los niños"

El pedagogo italiano ha participado en Huesca en el Encuentro de la Red Nacional de la Ciudad de las Niñas y los Niños, de la que es impulsor.

Francesco Tonucci durante su reciente visita a Huesca.
Francesco Tonucci durante su reciente visita a Huesca.
Rafael Gobantes

¿Por qué nos olvidamos de haber sido niños?

Somos adultos, tenemos necesidades y responsabilidades distintas de la infancia. Esto lo dice muy bien ‘El Principito’, todos fuimos niños pero que casi nadie se acuerda. Hay como un olvido, un coste que se paga al desarrollo, a la edad. Está conectado con una idea de infancia como algo que hay que pasar, casi como una enfermedad... Y al contrario, la infancia es una etapa importante.

¿Siempre se ha tratado a los niños como adultos en miniatura?

Siempre se han considerado como futuros adultos y ciudadanos, pero en 1989 Naciones Unidas aprobó la Convención de los Derechos del Niño. Desde ese momento se reconocen como ciudadanos. Pero en mis conferencias, cuando hablo de la convención suelo decir que levanten la mano quienes sepan, por ejemplo, qué artículo propone la escuela como derecho. Nadie lo hace, siendo todo gente de educación.

¿Cuándo y por qué dejaron de salir los niños solos a la calle?

No es fácil dar una respuesta. Yo tengo como parámetro que yo salí, mis hijos que tienen 50 años salieron y mi nieta no sale. Cambió de repente la manera de considerar la autonomía de los niños. En mi infancia, había muy pocos niños acompañados por los padres y sufrían muchísimo. Hoy es al contrario. Pero no ocurre en todo el mundo. En Italia, solo un 17% de los niños van solos a la escuela; en Alemania, un 70% y en Finlandia, un 90%. Los que menos dejan libres a los hijos son las clases más altas. Este derrumbe de la autonomía crea problemas a la infancia y hay que trabajar para devolvérsela.

¿Trabajar con los padres?

Padres, escuelas y ayuntamientos. Me gustaría que los alcaldes dijeran a las familias que la ciudad necesita niños en las calles. Que la escuela dijera que por la tarde, en vez de deberes, los niños vivan la experiencia de la autonomía, la aventura, el descubrimiento, el juego, para que mañana lleven algo interesante a clase... Entonces creo que las familias podrían superar sus miedos.

¿A qué tenemos miedo?

Son miedos mal puestos, no merecidos por nuestras ciudades. Cuando el miedo pierde la relación con el peligro llega a ser una cosa loca, que no ayuda y paraliza. Estos 10 días que he estado en España preguntan: ¿Cómo podemos dar autonomía a los niños teniendo en cuenta lo que ocurre?, en relación al pobre Gabriel. Los casos existen, pero no son tan frecuentes y no son obra de desconocidos... No dejamos salir a los niños a la calle porque pensamos que es peligrosa y creo que es peligrosa porque no hay niños.

¿Por qué no le gustan los parques?

Son espacios donde llevamos a nuestros hijos, acompañados, todos los días y durante años. Jugar significa inventar, vivir emociones, descubrir... El juego debe tener algo de aventura, un margen de riesgo... Todo esto es posible si no hay adultos presentes y si no es en el mismo lugar, todos los días y para siempre.

Pueden ser un mal menor frente a los juegos electrónicos…

No pasará mucho tiempo cuando los niños estén con el móvil en el parque. Ya se puede ver. El uso excesivo en términos de tiempo y precoz en términos de edad de las nuevas tecnologías es peligroso para los niños. Por lo menos durante la primaria, los niños tienen que vivir experiencias reales, no virtuales. Encontrarse físicamente, tocarse...

¿Son las máquinas cómodas para los padres?

Está la soledad de los niños. La ciudad no se ha hecho cargo y las familias no se han dado cuenta. Es algo conectado con la baja natalidad: los niños pierden la posibilidad de compañía dentro de su familia porque no tienen hermanos y si no pueden salir no pueden buscar amigos. La soledad es total. Frente a ello, está el mercado, muy atento a todas las necesidades y a producir lo adecuado para atenderlas. Los padres están satisfechos porque los niños pasan tiempo en casa y sin peligros, pero no es así. Los preparamos para ser obesos y cardiopáticos, que es la primera causa de muerte en los países desarrollados.

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