Tercer Milenio

En colaboración con ITA

El legado del genio que quería comprender el Universo

La muerte, la semana pasada, del físico, cosmólogo y divulgador científico británico Stephen Hawking ha vestido de luto a la comunidad científica. Pero el negro es más bien gris: su teoría sobre los agujeros negros cambió la concepción que hasta los años setenta se tenía del Universo.

Hawking se convirtió también en icono de la cultura popular; incluso los amantes de Lego le rindieron tributo
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Iain Heath

Creatividad y audacia son dos buenas ruedas. Aunque nunca sea fácil avanzar contra los límites de nuestra propia capacidad de comprender el mundo. Las circunstancias que limitaban a Stephen Hawking no modificaban la forma de su creatividad y de su audacia: perfectamente circular.

Aunque las aportaciones de Hawking a la ciencia no siempre pudieron ser corroboradas experimentalmente, "su trabajo nos cuenta que, donde hay voluntad y actitud, hay sitio para el progreso, aun cuando nuestras teorías sean imperfectas o aun cuando nosotros seamos y/o estemos limitados", reflexiona Carlos Hernández Monteagudo, responsable del Departamento de Cosmología del Centro de Estudios de Física del Cosmos de Aragón (CEFCA).

En palabras de Manuel Asorey, catedrático de Física Teórica en la Universidad de Zaragoza, "sus importantísimas contribuciones al estudio de la fuerza de la gravedad universal desde todas las perspectivas posibles, incluyendo las de la física cuántica, junto a la valiente determinación que le permitió superar las crecientes dificultades físicas impuestas por la enfermedad, lo convirtieron en un referente científico y moral universal".

¿Qué ideas del físico británico que acaba de dejarnos han contribuido a que hoy comprendamos mejor nuestro universo?

Cuántica y gravedad

Hawking fue "de alguna forma", para Asorey, "un continuador de Einstein, pero incorporando a la gravedad la física cuántica". Él fue "de los primeros en combinar la teoría de la Relatividad General de Einstein, que habla de la gravedad, de cómo se atraen los cuerpos, con otra teoría diferente que habla de las partículas más pequeñas, la teoría cuántica", explica Hernández. "Son dos grandes teorías físicas que no casan y que no hemos sido capaces de unificar, pero Hawking intentó jugar con ellas y extraer conclusiones científicas".

Físico teórico, aplicó esa combinación de gravedad y física cuántica a los agujeros negros y al inicio del Universo.

De alguna manera, Hawking le puso la letra matemática al Big Bang, pues una de sus contribuciones fue "consolidar la teoría del Big Bang, al que da una formulación matemática rigurosa, aunque no sea un descubrimiento suyo", indica Asorey.

Pero su logro más relevante tiene que ver con los agujeros negros, esos "objetos peculiares por su enorme densidad de materia, casi infinita. No se sabe qué pasa dentro", describe Hernández.

Él "tuvo la gran idea de la radiación Hawking: los agujeros negros no solo tragan, como se pensaba, sino que también emiten, por un mecanismo bastante sutil de física cuántica", indica Fernando Bartolomé, investigador del Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón (CSIC-UZ).

No tan negros

Descubrió que "un agujero negro no es negro totalmente, sino que emite radiación, una radiación que no se ha detectado pero que está ahí. Es incuestionable", señala Asorey. "Se han hecho simulaciones con otro tipo de ondas y ocurre, pero no se ha detectado en agujeros negros, que hay pocos, están lejos y la radiación es tan tenue que no llega aquí".

Es difícil de detectar "porque los agujeros negros son estrellas muy compactas y el material que cae dentro de ellos emite más radiación que la predicha por Hawking. De alguna manera, la tapa, y distinguirla es muy complicado", destaca Hernández. "Habría que encontrar un agujero negro que estuviera solo en el espacio para que no tragara materia. Es complicado, pero podría ocurrir en el futuro", dice con optimismo.

Esta falta de verificación experimental de su teoría es la razón por la que Hawking no ha obtenido el Premio Nobel. Aunque ahí "siempre surge la controversia: ¿quién merece el Nobel: quien hace la teoría o quien hace la medición?", se pregunta el investigador del Cefca.

Bartolomé destaca la capacidad de Hawking de autocuestionarse y de cambiar sus ideas radicalmente. "Antes se creía que un agujero negro iba a ser eterno y luego se le ocurre la radiación Hawking, una vía por la que pierde energía, y no le duele desdecirse y reconocer que no, que los agujeros negros se evaporan y acaban desapareciendo por ese efecto lentísimo. Eso habla de su personalidad como científico. No todos son capaces de hacerlo".

Hagan sus apuestas

Asorey trabaja en un campo al que Hawking también se dedicaba: la pérdida de información en los agujeros negros, "un tema muy filosófico con el que él perdió varias apuestas". Muy aficionado a este tipo de juegos, una vez lo que perdió fue una enciclopedia de béisbol. "Él propuso que en un agujero negro, la información se pierde. Por ejemplo, si tiras una enciclopedia, el agujero negro se la come, pero, al cabo del tiempo, cuando el agujero negro acaba desapareciendo, ¿dónde está la información que ha tragado?, ¿dónde está la enciclopedia? Es la paradoja de la pérdida de información, que se conoce como efecto Hawking. En 2004 reconoció que realmente no se pierde esa información y pagó la apuesta, aunque queda por explicar dónde se queda acumulada esa información. Es un tema candente hoy en día".Hawking, comenta Asorey, "estaba activo en estos momentos, tenía un artículo de hace tan solo unos meses". La semana pasada, supo que se estaba promoviendo "una campaña a nivel mundial" para impulsar que le otorgaran el Nobel. "Estaba bastante consolidado el acuerdo, pero no llegó a cuajar porque el efecto Hawking no se ha detectado y querían encontrar otro motivo para darle el Nobel". En su opinión, hubiera sido momento de distinguirle con el Nobel "dentro de unos años, ahora no, le faltaba el ‘break through’, ese descubrimiento disruptivo. Ha estado cerca".

Un carismático científico-estrella
Si saliéramos a la calle y pidiéramos a cualquier viandante que nombrara a un científico de este siglo, seguramente Stephen Hawking sería el único que vendría a su cabeza. "Salvo Einstein, no hay muchos científicos que hayan llegado a ser tan famosos", comenta Fernando Bartolomé. "A ver cuándo la muerte de un científico vuelve a ser portada en los medios", se pregunta. "Al público le impacta mucho que haya sido capaz de sobreponerse a todo, llegar a lo que llegó con las dificultades personales que la vida le impuso". Era todo un científico-estrella, con una ‘biopic’ ganadora de un Óscar –‘La teoría del todo’–, cameos en series de televisión como ‘Los Simpsons’ o ‘The Big Bang Theory’, varias canciones y hasta cómics con el cosmólogo como protagonista.

David Jou, catedrático de Física y traductor de Stephen Hawking al español y al catalán, contaba en una entrevista a Tercer Milenio lo que suponía bajar con el famoso científico por las ramblas: "Mucha gente quería fotografiarse con él pero su secretaria no se paraba. Sin embargo a él le hacía ilusión detenerse y hacerse fotografías con estudiantes, rodeado de aquella juventud y de aquella ilusión por él y por la ciencia".

Su carisma era inolvidable. A Jou le impresionó "su sentido del humor porque, estando en una situación dificilísima para él, prácticamente inmóvil, pudiendo mover tan solo los párpados, incluso estando en medio de una cena, mediante el sintetizador de voz pide un momento de silencio y hace que su ordenador cuente un chiste. Es sorprendente".

‘Una breve historia del tiempo’

Su libro ‘Una breve historia del tiempo’, publicado en 1988, se convirtió en un ‘best seller’. Carlos Hernández lo leyó con 15 o 16 años, "cuando era adolescente, y sin duda influyó en mi vocación como físico y en la de muchos. Hoy hago cosmología, aunque más observacional que teórica". Cuando leyó aquel libro "me sorprendió ver que entendía casi todo; eran conceptos sencillos y eso me animaba a seguir leyendo".

A la memoria de Bartolomé viene la imagen de "la gente leyéndolo en el metro. Pensar que lo entendían es muy optimista, pero aquello era una sorpresa para la divulgación. Y más siendo física teórica, muy complicada". En su opinión, "Hawking no resuelve bien del todo la cuestión divulgativa, pero dio el campanazo y fue magnífico. Alguien tan carismático como él supo escribir el libro que hacía falta cuando hacía falta. Su impacto en la sociedad le puso a la altura de Sagan o Asimov, sin ser tan bueno como ellos".

Un potente altavoz

Para Manuel Asorey, su labor como divulgador, "unida a su situación física y su encomiable lucha contra la enfermedad, le convirtió en la personalidad más carismática del mundo científico". A ello se sumaba "un gran sentido del humor y su disposición a promocionar la ciencia en todos los ámbitos", hasta en el Polo Sur si hacía falta, porque, "pese a las dificultades de comunicación, a través de esa voz electrónica, era invitado a todos los foros". En 2003, estaba programada su participación en un congreso sobre teoría de cuerdas en el Centro de Ciencias Pedro Pascual de Benasque y en 2009 iba a cerrar el Año Internacional de la Astronomía en España en un acto en Huesca. Problemas de agenda y de salud truncaron ambas iniciativas cuando ya estaban muy avanzadas.

En opinión de Asorey, alguien que "era recibido por los presidentes americanos y el Papa", siempre supo "utilizar su carisma y su eco mediático en favor de la ciencia y el desarrollo".

Para Hernández, "como personaje Hawking tenía varias facetas". "Desde su posición mediática, que le proporcionaba un púlpito, un altavoz con relevancia internacional, se aventuraba a mezclar opiniones personales en sus declaraciones". Algunas muy polémicas, como cuando afirmó que Dios no existe o que la humanidad debía buscar un sitio donde vivir fuera de este planeta o que la inteligencia artificial acabará con el ser humano. "Son opiniones personales, sin evidencia científica", resalta. A su modo de ver, en alguien de su talla, "hacer eso era columpiarse". Aunque discutirlas siempre es provocar un saludable pensamiento crítico.

Tuvo el mérito "de ejercer un poder de atracción hacia la física fundamental, que no tiene aplicación ni da dinero", considera. Pero, para conseguirlo, "jugaba a dos bandas. Entendió que si quería que la ciencia estuviera en los medios para que la gente comprenda por qué una parte de sus impuestos debe financiar la investigación, tenía que jugar a ese juego y buscar repercusión con opiniones personales y no con resultados científicos". En definitiva, "hizo buena ciencia y supo ser una figura mediática para trasladar la ciencia a la sociedad".

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