Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Agujeros negros que emiten radiación y semillas cuánticas creadoras de galaxias

Nunca ganó un Nobel y perdió varias apuestas científicas, pero son indudables las contribuciones de Stephen Hawking al campo de la cosmología.

Hawking, durante una conferencia sobre el origen del Universo en Bruselas
Hawking, durante una conferencia sobre el origen del Universo en Bruselas
Reuters / Francois Lenoir

Más allá de su conocida figura de científico en silla de ruedas hablando a través de una máquina, Stephen Hawking (1942-2018) fue un físico teórico que, desde Cambridge, la misma ciudad universitaria donde murió el pasado día 14, nunca dejó de investigar el Cosmos a pesar de sus limitaciones. En 1963 le diagnosticaron ELA y los médicos le sentenciaron a una muerte temprana, pero, contra todo pronóstico, continuó más de medio siglo trabajando en el campo de la cosmología.

Cuando era tan solo un estudiante de doctorado, Hawking ya fue capaz de llevar la teoría de la relatividad de Einstein hasta sus límites y mostrar que fallaba al describir aspectos como el comienzo del Universo o el final de una estrella que acaba formando un agujero negro. Su primer gran avance lo presentó en 1970 junto a Roger Penrose, cuando aplicaron las matemáticas a los agujeros negros y demostraron que una singularidad, una región de curvatura infinita en el espacio-tiempo, también subyace en el comienzo de todo: el Big Bang. Fue en 1974 cuando Hawking publicó el estudio en el que recurría a la teoría cuántica para afirmar que los agujeros negros podían emitir radiación en forma de calor y desvanecerse. Los agujeros negros de tamaño normal tardan en desaparecer tiempos tan largos como la edad del Universo. Sin embargo, los más diminutos podrían hacerlo antes liberando calor a un ritmo espectacular, con una energía de un millón de bombas de hidrógeno. La propuesta de que los agujeros negros irradian calor provocó uno de los debates más apasionados en la cosmología moderna. Hawking argumentó que si un agujero negro se evaporara, toda la información que hubiera caído antes dentro de él se perdería para siempre. Esto contradecía una de las leyes más básicas de la mecánica cuántica y muchos físicos no estuvieron de acuerdo. En 1982 fue uno de los primeros en predecir que durante los primeros instantes del Universo, cuando comenzaba a expandirse por la inflación cósmica, las fluctuaciones cuánticas pudieron actuar como semillas para crear las galaxias y, en última estancia, las estrellas, los planetas, la vida y todo lo que conocemos hoy. De forma independiente, el físico ruso Viatcheslav Mukhanov llegó a esta misma conclusión y a los dos les concedieron un Premio Fronteras del Conocimiento en 2016 por estos trabajos, confirmados experimentalmente.

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