Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Especies escurridizas: ¿dónde se esconden y cómo las encontramos?

Sabemos muy poco sobre la auténtica biodiversidad de nuestro planeta. Satélites y drones ayudan a los científicos a descubrirla.

Pongo tapanuliensis
Pongo tapanuliensis

A principios de marzo, un equipo de investigadores descubrió una colonia de pingüinos Adelia en los islotes Peligro, en la Antártida, formada por más de un millón y medio de ejemplares. Esta es la mayor población de pingüinos Adelia descrita hasta la fecha: una población similar a la de la ciudad de Barcelona. Pero ¿dónde se escondían y cómo han sido encontrados?

Especies escurridizas: ¿dónde se esconden y cómo las encontramos?

La respuesta a la primera pregunta tiene que ver con la localización remota de este archipiélago, alejado del continente y de difícil acceso al norte de la Antártida. La respuesta a la segunda está relacionada con la tecnología. Los investigadores dieron con ellos primero de forma indirecta, a partir de fotografías de satélite de la NASA en las que se observaba gran cantidad de manchas de guano; producidas por los excrementos de las aves. A partir de estos datos, se organizó una expedición a las islas para corroborar su descubrimiento y poder contar y estudiar los integrantes de la colonia. En esta tarea intervino también la tecnología. Los investigadores utilizaron un dron con el que tomaron infinidad de fotografías de los islotes y, mediante un programa informático que unía las imágenes en un gran collage en dos y tres dimensiones, identificaron y contaron los nidos para determinar el tamaño de la colonia. Encontrar una colonia de pingüinos de este tamaño podría parecer sorprendente, pero es tan solo un ejemplo más de lo poco que sabemos de la biodiversidad de nuestro planeta.

¿Cuántas especies hay en el mundo?

En la actualidad, se han descrito aproximadamente 1,5 millones de especies y se calcula que la Tierra podría albergar entre 10 y 14 millones en total, por lo que el 86% de las terrestres y el 91% de las marinas no han sido descritas todavía. Dos estudios recientes indican que el número de especies podría ser incluso mucho mayor: uno apunta a 2.000 millones y el otro que podrían llegar a ser un billón (un uno seguido de 12 ceros). En ambos casos, la discrepancia con las estimaciones previas se debe a que estos nuevos estudios calculan un número mucho mayor de especies microbianas; formas de vida demasiado pequeñas para ser observadas a simple vista, que incluyen organismos unicelulares como las bacterias y arqueas, así como determinados hongos.

Melanie Stiassny, conservadora de ictiología del Museo Americano de Historia Natural, opinaba en declaraciones a la revista de la Sociedad Audubon que "sabemos muy poco sobre la auténtica biodiversidad de nuestro planeta”. Esta especialista en biodiversidad marina expuso que "mucha gente cree que Darwin completó la descripción de todas las especies, pero de hecho, [en los últimos tiempos] ha habido un renacimiento de los estudios para descubrir nuevas especies, en parte debido a la crisis de biodiversidad. Y en parte debido a las nuevas tecnologías. Tenemos a nuestra disposición muchas herramientas nuevas”.

Estas nuevas herramientas permiten a los científicos explorar rincones remotos del planeta de difícil acceso mediante fotografías de satélite y el uso de drones, como en el caso de la colonia de pingüinos de los islotes Peligro. También se están produciendo avances en la exploración de las profundidades marinas, que anteriormente eran inaccesibles (solo hemos explorado el 5% de los océanos), y que han permitido por ejemplo capturar en vídeo en su hábitat al calamar gigante.

A la 'caza' del calamar gigante

En este caso, el equipo liderado por Edith Widder utilizó un señuelo óptico conectado a una cámara alimentada por batería. Para no ahuyentar a los animales de las profundidades, la plataforma no contenía ni los propulsores ni los motores ruidosos de otras, y su única fuente de iluminación era luz roja, que es invisible para la mayoría de los animales de las profundidades que están adaptados a ver principalmente en la longitud de onda del azul. Por ello, el anzuelo óptico utilizado era de luz azul, imitando la bioluminiscencia de la medusa coronada común de las aguas profundas. Con esta estrategia, que denominaron e-Jelly (medusa electrónica), buscaban atraer al esquivo calamar gigante. Este no se alimenta de medusas, pero sí de sus predadores y las medusas despliegan su bioluminiscencia cuando son atacadas para así atraer al predador de sus predadores. La estrategia funcionó y el calamar fue captado por la cámara en una filmación única hasta esa fecha.

Otras tecnologías nos permiten explorar el mundo vivo que no ven nuestros ojos. Con la secuenciación completa de genomas podemos identificar por primera vez nuevas especies de microorganismos, como por ejemplo bacterias, en una muestra procedente de un ecosistema concreto o de la microbiota de nuestro intestino. Antes hacía falta cultivarlas en el laboratorio y no todas las bacterias pueden crecer en condiciones artificiales de cultivo. Estas técnicas también permiten distinguir a escala molecular entre especies distintas, comparando su ADN, de una forma mucho más precisa que la que se basa en las diferencias morfológicas observadas con un microscopio o en el tipo de medio de cultivo en el que crecen en el laboratorio.

Especies escurridizas: ¿dónde se esconden y cómo las encontramos?

El olinguito, descubierto en el museo

Incluso se han encontrado nuevas especies en las colecciones de los museos de historia natural. Es el caso del olinguito, la primera especie de mamífero carnívoro descubierta en el continente americano en 35 años. Fue descrita en 2013 cuando Kristofer Helgen del Smithsonian, examinando especímenes de olingo, otro mamífero de la familia del mapache, se dio cuenta de que algunos de ellos podían pertenecer a una especie distinta. Tanto la comparación de los rasgos morfológicos como del ADN permitieron identificar una nueva especie, que luego ha podido ser observada en su hábitat natural: los bosques nubosos andinos de Colombia y Ecuador.

Uno de los nuestros

Y todavía es más sorprendente el descubrimiento de una nueva especie de gran simio (o póngido), la familia de primates antropomórficos en la que también nos contamos nosotros y que está formada por unas pocas especies vivas: dos del género Pan, el chimpancé común (Pan troglodytes) y el bonobo (Pan paniscus), dos del género Gorilla, el gorila occidental (Gorilla gorilla) y el oriental (Gorilla beringei), una del género Homo, nosotros (Homo sapiens) y, hasta 2017, dos del género Pongo, el orangután de Borneo (Pongo pygmaeus) y el de Sumatra (Pongo abelii). El año pasado se descubrió una tercera, el orangután de Tapanuli (Pongo tapanuliensis) al norte de Sumatra, a tan solo 100 km de la otra especie conocida. Aunque el hallazgo de un pariente cercano nuestro sea un hito zoológico que celebrar, la supervivencia de esta nueva especie no está asegurada: es la especie de gran simio con un menor número de individuos, únicamente quedan 800 ejemplares en un área de 1.000 km2, y está amenazada por la caza y por la destrucción de su hábitat.

Pensar que hemos explorado todos los rincones de nuestro planeta dista mucho de ser cierto. Y todavía es menos cierto creer que conocemos todas las especies de animales, plantas y microorganismos que conviven con nosotros. En palabras de la ictióloga Melanie Stiassny: “¿Cómo podemos saber las especies que se están perdiendo si no sabemos las que hay?”. De manera que, estudiar y catalogar la biodiversidad del planeta nos ayudará a proteger un valioso patrimonio natural.

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