Periodismo y circo

Funeral por Gabriel Cruz en la catedral de Almería
Funeral por Gabriel Cruz en la catedral de Almería
Agencias

El asesinato del niño Gabriel Cruz ha sido terrible. Nos ha dejado sin respiración. Miles de personas han derramado sentidas lágrimas ante las pantallas, que mostraban los rostros desencajados de unos padres perdidos en una tragedia inasumible. Es una historia con todos los ingredientes para tocar el corazón pero también las vísceras. Una historia que hay que contar. ¿Pero, cómo? ¿A qué precio?

El derecho a informar no puede servir para dar rienda suelta el afán desmedido por captar audiencia por muy duros que sean los tiempos para este gremio. Algunas televisiones han convertido esta historia en una suerte de ‘reality’, en el que han hecho cómplices a los propios periodistas. Directos en las puertas de los domicilios, improvisadas e indocumentadas tertulias ‘ad hoc’ y noticias que se confundían con bulos y con rumores lanzados sin el más mínimo rigor ni pudor. La vorágine distorsiona la perspectiva a veces, pero no debería hacerlo tanto.

Hoy los periodistas invertimos casi el mismo tiempo en buscar noticias que en desmentir bulos. Esa es la diferencia entre periodismo y circo. Uno es de fiar. El otro, no.