Mujeres contra la miopía social

Son mujeres que luchan y trabajan por la igualdad de la mujer sin hacer mucho ruido. Más allá del 8 de marzo, siembran el resto del año con sus propios recursos y desde todos los ámbitos. Riegan, como la lluvia fina, un mensaje para que cale y germine en la sociedad: que el mundo no tiene género.

Este próximo jueves día 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer y también arranca la segunda temporada de Jessica Jones, la heroína de Marvel con habilidades superhumanas. Su esperado estreno no es casual, lo hace coincidir con el Día Internacional de la mujer. Como tampoco es casual que sus trece capítulos hayan sido todos dirigido por mujeres y que los movimientos Time’s Up y #MeToo (lucha contra el maltrato sexual y el abuso contra las mujeres, y por la igualdad social) tengan una correlación ineludible con los padecimientos del personaje. Lo que se dice toda una declaración de principios. Nuestras protagonistas no tienen superpoderes, ni van a atravesar vestidas de negro una alfombra roja, ni llevan chapas con mensajes solidarios o abanicos con #masmujeres. Ellas son como la lluvia fina en un campo inmenso que riegan en soledad y con un mismo fin: acabar con la desigualdad entre mujeres y hombres. Isabel Félez, chocolatera artesana de Alcorisa, creadora de una empresa pionera en comercio justo y en la que solo trabajan mujeres; Ana Solana, Directora Senior de Recursos Humanos para Europa y Asia Pacífico en Tudor - Exide Technologies en Zaragoza, fundadora y presidenta de Directivas de Aragón, desde donde se batalla por la igualdad de oportunidades, sin paridades; María Villarroya, profesora de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura, en Zaragoza, impulsora, entre otras cosas, de la iniciativa ‘Una ingeniera en cada cole’; Vanessa Polo, Técnico Agrario de UPA-Aragón, que vive en Torrijo del Campo y lucha por dignificar la dura vida de la mujeres en el campo, y Carmen Marcuello, catedrática en el departamento de Dirección y Organización de Empresas de la Universidad de Zaragoza y experta en iniciativas por la igualdad de los desfavorecidos. Todas, además, comparten las campañas a favor de la mujer, aunque con sus matices. «Son movimientos necesarios para ser voz contra la desigualdad. Una voz, además, contra quien ostenta el poder, ese pequeño grupo donde hay hombres y mujeres. Porque ser mujer no supone tener una manera diferente de ejercer el poder. En realidad, está el poder y al otro lado estamos el resto. Hombres, mujeres, niños, mayores... todos los que no tienen el poder».

Sufrimos una enorme miopía social, porque incluso siendo grupo vulnerable no vemos lo que sucede con otros grupos vulnerables que están ahí mismo: mujeres, discapacitados, gays...
Carmen Marcuello reflexiona así desde su profundo conocimiento de realidades sobre las organizaciones de Economía Social y muy comprometida a través de Musethica, una asociación que busca hacer la música accesible al mayor número de personas posibles y especialmente a entidades sociales, a personas vulnerables, y con una visión del mundo que trasciende a lo más cercano, porque, entiende, todo está entrelazado. «La vida de la población se configura en torno al poder político, económico, cultural, militar… Aquí, y en otros países. Pero cada vez es más difícil distinguir ese poder, sufrimos una enorme miopía. Una miopía occidental, con la que somos incapaces de ver lo que sucede en otros países. Pero también una miopía social, porque incluso siendo grupo vulnerable no vemos lo que sucede con otros grupos vulnerables que están ahí mismo. Una miopía, además, con la que nos protegemos para mantener nuestra situación de privilegio en ese tema en concreto. Porque podemos ser minoría o grupo vulnerable en un campo y privilegiados en otro... Sin darnos cuenta de que ese estatus puede peligrar en cualquier momento, porque somos vulnerables».

Independientes

Isabel Félez es categórica en su percepción sobre la situación de la mujer: «Yo nunca he pensado que tenga que depender de nadie, y estoy a favor de cualquier campaña porque conociendo la realidad de las mujeres en el mundo creo que hay que hacer visible todo. Nosotras, usted y yo y quienes nos rodean, somos unas privilegiadas, somos europeas, blancas y vivimos una realidad muy distinta a la de la mayoría en el mundo. Y aunque en Europa no hemos llegado a una igualdad real, en el resto ni lo vislumbran. Hay que hacer actos como éstos no por una misma, sino por esas mujeres que no tienen posibilidad de hablar ni de defenderse por ellas mismas. Estoy a favor porque es una forma de dar visibilidad a un problema». Por eso, dice que el jueves día 8 hará huelga y con ella las cuatro mujeres que componen su empresa, Chocolates Artesanos Isabel, en Alcorisa, un ejemplo de negocio socialmente responsable, la primera pyme que se certificó en España como comercio justo. Isabel conoce bien qué significa ser mujer en un mundo de hombres y además en el entorno rural. «Yo lo he vivido y más en una profesión como la mía que está muy masculinizada, donde la mujer hace trabajos precarios y secundarios, porque en un obrador suelen ser de limpieza. Es muy difícil que te tomen en serio y debes trabajar por ello mucho más. Puede que la opinión de una mujer sea más válida que la de un hombre por su experiencia, pero predomina la del hombre por lo general. Queda mucho por hacer».

Los horarios de trabajo no están adaptados a los escolares, en zonas rurales no hay ni madrugadores ni guarderías ni horas extras, hay abuelos y en algunas tampoco hay residencias ni centros de día.
Vanessa Polo sabe bien de qué habla Isabel. Vive en Torrijo del Campo y lleva en la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR) en Aragón desde su creación en 2007. Dice que hay que «hacer visible la desigualdad que las mujeres llevan sufriendo toda la vida, aunque es cierto que estas iniciativas ayudan a poner el acento, pero no solucionan el problema si no tienen continuidad y acaban convirtiéndose en papel mojado». «Las mujeres del mundo rural tienen una doble pelea, además de intentar visibilizar su trabajo tienen que luchar para derribar la diferencia que hay entre el mundo urbano y el rural». Y explica cómo en el mundo rural todo recae sobre la mujer. «Son auténticas cuidadoras, primero sus hijos, luego sus padres y en los tiempos que vivimos, sus nietos. Pero, además, son grandes profesionales con buenas ideas, tenacidad y espíritu de superación constante». «Los horarios de trabajo no están adaptados a los escolares, en zonas rurales no hay ni madrugadores ni guarderías ni horas extras, hay abuelos y en algunas tampoco hay residencias ni centros de día. Estas carencias hacen que, si tenemos una persona dependiente, alguien tiene que reducir su jornada laboral e incluso dejar de trabajar para hacer frente al cuidado de los suyos y, casi siempre, recae sobre la mujer (seguramente por un tema cultural). Esto es lo que hay que trabajar en profundidad. Lo miro con preocupación porque creo que nos estamos centrando en otras cosas, porque educar en igualdad suena muy bien pero parece que se queda en eso, en otra campaña que no se aplica».

Liderazgo

Ana Solana viaja constantemente por el mundo como Directora Sénior de Recursos Humanos para Europa y Asia Pacífico en Tudor-Exide Technologies. Desde su puesto de responsabilidad ha visto cómo se va reduciendo el papel de la mujer en una empresa conforme se crece en la escala profesional, por ello creó hace diez años la asociación Directivas de Aragón desde donde se trabaja para que las oportunidades sean para quien tenga el mejor perfil. Independientemente del género. «Ser mujer es todavía una rémora para nuestras carreras, pero aún más lo es ser madre».

Un hombre de 33 años recién casado se ve como un perfil muy atractivo de alguien responsable que está formando una familia y va a trabajar duro para cuidar y construir esa familia, mientras que a una mujer de 33 años recién casada se le ve como un perfil muy poco atractivo porque en breve se quedará embarazada
Explica cómo en las universidades hay más mujeres que hombres, algo que no se corresponde después en el mundo laboral, donde más hombres que mujeres están en puestos de responsabilidad. «Las mujeres estudiamos en mayor porcentaje, y entramos más o menos al mismo nivel en las escalas profesionales bajas de la organización. Lo que no conseguimos es el progreso de carrera profesional que consiguen los hombres. La realidad es que en los procesos de selección o promoción interna, un hombre de 33 años recién casado se ve como un perfil muy atractivo de alguien responsable que está formando una familia y va a trabajar duro para cuidar y construir esa familia, mientras que a una mujer de 33 años recién casada se le ve como un perfil muy poco atractivo porque en breve se quedará embarazada una o dos veces y se irá unos cuantos meses en las bajas de maternidad, y reducirá su jornada. Independientemente de la valía y el mérito de esas dos personas».

Porque, «hoy por hoy, ellos siguen ostentando el 86% de los cargos de mando intermedio y dirección de las empresas. Y son ellos quienes todavía tienen mucho que decir en abrir puertas a la persona que tenga más mérito y valía, sea hombre o mujer». Ana recuerda que fue una mujer la primera persona que confió en ella, «se llama Janice Jones, era la vicepresidenta primera de Recursos Humanos del mundo, el cargo más alto en ese área de esa empresa. Una mujer, negra, que había vivido muchas discriminaciones, me abrió la puerta a mi carrera internacional. Ella vio en mi lo que yo no veía, me dio la oportunidad de dirigir un departamento y me hizo creer que podía ejercer una posición de liderazgo. Y, además, mi padre, que me enseñó una ética del trabajo que ha sido fundamental para ser quien soy». «Yo pertenezco al sector agrario -explica Vanessa Polo-, muy masculinizado porque las mujeres han trabajado en las explotaciones de manera invisible. Poco a poco desde FADEMUR hemos ido trabajado para que esto empiece a cambiar, cosa que se va consiguiendo en estos últimos años donde cada vez hay más incorporaciones de mujeres. También comprobamos que la mujer no se encuentra en los consejos rectores de las cooperativas y, por supuesto, mucho menos en los órganos de gestión. Es difícil encontrar una mujer gerente, afortunadamente alguna hay y son muy buenas… pero sí que tenemos muchas técnicos en las oficinas».

Las campañas dan fuerza, el #MeToo da fuerza, pero en campos concretos no se tiene muy claro qué se está haciendo
María Villarroya es profesora de la Escuela de Arquitectura e Ingeniería de la Universidad de Zaragoza, y mil cosas más, todas relacionadas con su batalla por la igualdad de género, por acabar contra la escasez de mujeres en el mundo de la ciencia y por hacer visibles a las que están en él. Impulsora en Aragón de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas, de la Asociación de Jóvenes Investigadores Precarios, puso en marcha en 2008 el Observatorio de Igualdad de género de la Universidad de Zaragoza, y es una de las promotoras de la iniciativa ‘Una ingeniera en cada cole’ a través de visitas que científicas de la UZ hacen en clases de Primaria. «Yo he participado desde 2015 en la promoción de ese Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, celebrado el pasado 11 de febrero. Veo muy bien que existan esas fechas y que sirvan para reivindicar, aunque tengo mis críticas. Está muy bien que hagamos divulgación científica y seamos modelos para las siguientes generaciones, pero las actividades han de estar bien pensadas: con una razón y un fin. Este año se sumaron muchos para promover a la mujer en la ciencia, pero no todos tenían una razón justificada y algunos incluso hicieron acciones que podían ser contraproducentes, porque banalizaban la ciencia: ni reflejaban la importancia de la mujer en la ciencia ni siquiera reflejaban la ciencia en sí. ¿Un ejemplo? Los escaparates. No creo que aporten nada, más bien ofrecían una imagen que no ayudaba para nada. En una librería, por ejemplo, estaba el cartel y varios libros de mujeres científicas y justo al lado uno llamado ‘Inglés para rubias’. En una tienda de ropa, pusieron el cartel junto a una pizarra donde ponían una sumas básicas. ¿Es eso ser científica?». «Cuando se hace una actividad hay que tener claro qué se hace y por qué se hace. Las campañas dan fuerza, el #MeToo da fuerza, pero en campos concretos no se tiene muy claro qué se está haciendo». Y pone en acento en que la igualdad es un tema compartido por hombres y mujeres, porque «la sociedad tiene que ser mixta, con discursos que integren a hombres y mujeres. No mujeres solas en ese discurso o de hombres solos». «Los hombres tienen que plantearse esas desigualdades, debe haber reflexión en las asignaturas universitarias, por ejemplo. Una reflexión puede ser cómo la gestión del tiempo resulta muy diferente para una mujer que para un hombre en su día a día, y cómo eso influye en su vida laboral. Por ejemplo, ayer salí de trabajar a las 21.00 horas porque tuvimos un acto de mujeres investigadoras. Fue un hecho excepcional, pero vimos a compañeros que salían a esa hora como la habitual. Ellas, sin embargo, tienen que estar en casa antes, atendiendo a la familia. El tiempo que dedicas a investigar, a estar al tanto de tu trabajo, es muy diferente si eres hombre y mujer, y eso luego se traduce en perspectivas laborales».

Unión, fuerza

Isabel Félez ahonda en esta idea: «La mujer sigue siendo quien se coge reducción de jornada, quien cuida mayoritariamente a sus hijos y padres y se le sigue ‘penalizando’ por ello. Es triste, y es así. Es injusto. Los cuidados y la labor de la casa siguen recayendo en las mujeres, un trabajo que no es remunerado y poco reconocido y muy desconocido. Una labor que es fundamental, porque si no está, si no se hace, no se hacen el resto de los trabajos, no existen». Por ello, Carmen Marcuello entiende que «los grupos vulnerables son capaces de defenderse y de tener voz. Se puede ser víctima pero no por ello perder la capacidad. Y los vulnerables, si se unen, tienen una enorme fortaleza. En este movimiento de la mujer hemos de estar todos unidos: mujeres, hombres, niños, mayores, discapacitados, minorías… En una lucha común que hoy sería la mujer y mañana el discapacitado y después los mayores… El ejemplo es la cooperativa, la caja rural. ¿Cómo personas con tantas dificultades y tan pocos medios pudieron poner en marcha proyectos ahora tan potentes como la Cooperativa Cinco Villas o la Caja Rural de Teruel? Porque sumaron sus dificultades para sumar soluciones. Está el capital humano y el capital económico, pero no olvidemos que tenemos también un rico capital social que hemos de aprovechar y mantener».

Son días especiales. El resto del año nosotras lo regamos

La batalla de Isabel, Ana, María, Vanessa y Carmen es que el mensaje cale y germine. Aunque sean necesarios días especiales para ello. «El resto del año nosotras lo regamos», dice Ana. O, como explica Vanessa, «cada día me gusta menos ver telediarios, mirar redes sociales y leer prensa, pero lo termino haciendo porque mis ganas de seguir luchando, como otras lo hicieron por mí, me pueden. Es triste que se tenga que celebrar un día de la mujer, de la violencia de género, del orgullo gay… Las cosas se deberían de normalizar más pero como los objetivos no se cumplen ni se consiguen y seguimos teniendo brecha salarial, mujeres asesinadas o maltratadas y homofobia, entre otras muchas cosas, una manera de hacernos más visibles por un día son estas jornadas festivas y reivindicativas y, al final, siempre se celebra algún nuevo logro, por pequeño que sea, y se hace una reivindicación más fuerte de lo que no se ha conseguido».

Los grupos vulnerables son capaces de defenderse y de tener voz. Se puede ser víctima pero no por ello perder la capacidad. Y los vulnerables, si se unen, tienen una enorme fortaleza. En este movimiento de la mujer hemos de estar todos unidos: mujeres, hombres, niños, mayores, discapacitados, minorías… En una lucha común que hoy sería la mujer y mañana el discapacitado y después los mayores… El ejemplo es la cooperativa, la caja rural. ¿Cómo personas con tantas dificultades y tan pocos medios pudieron poner en marcha proyectos ahora tan potentes como la Cooperativa Cinco Villas o la Caja Rural de Teruel? Porque sumaron sus dificultades para sumar soluciones. Está el capital humano y el capital económico, pero no olvidemos que tenemos también un rico capital social que hemos de aprovechar y mantener
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