Tercer Milenio
En colaboración con ITA
Bioarte. Artistas en el laboratorio
A veces, el arte es una bisagra que abre la puerta que nos conecta con la ciencia y la tecnología. Hoy los bioartistas entran en el laboratorio y comparten con la ciencia no solo sus instrumentos, sino también su música, las reflexiones que plantean las investigaciones que son y las que podrían ser. Así, más allá de las placas de Petri, los engranajes y los circuitos, el arte se convierte en "laboratorio de pensamiento". Y obras como Give my creation... Life!, creada y expuesta hasta el 18 de febrero en Etopia, toman forma y proponen dar inicio a una conversación.
Surrealismo biotecnológico
Latido. Vida. Energía.
Ser vivo sin cuerpo. Máquina movida por un corazón.
Ideas como estas impulsa en una cabeza cualquiera la obra Give my creation... Life! del colectivo OPN Studio. En la instalación que palpita hasta el 18 de febrero en el Centro de Arte y Tecnología Etopia de Zaragoza, biología y tecnología no solo se hablan; su comunicación es alimentación y soporte vital. Juntas, funcionan en el "conversor hidráulico de energía biológica".
El punto de partida (como en la ciencia) es una pregunta: ¿podría el ritmo cardíaco de un corazón alimentar energéticamente una máquina para concederle autonomía? Susana Ballesteros y Jano Montañés, integrantes de OPN Studio, la han comenzado a responder con esta obra, pero también creen que "pronto será posible que seres artificiales se abastezcan de energía orgánica para mantener sus funciones".
Con una mirada subversiva, aquí no es el corazón artificial quien da vida al humano, sino justo al revés. La antítesis del ciborg planea sobre este paisaje. "Actualmente se emplean diversas prótesis en humanos que evolucionan a pasos agigantados, pero siempre es el ser humano quien gobierna esos elementos plantean. Por otro lado, vemos los avances de la robótica y cada día nos dejan más impresionados, pero siempre con energía artificial, ¿por qué no lanzar el concepto de emplear energía proveniente de un órgano de un ser vivo para alimentar esas máquinas?, un nuevo ciborg". Imagino un motor con mitocondrias mientras ellos sueñan: "Tal vez la verdadera mejora energética no se encuentre en el perfeccionamiento de los medios empleados actualmente, sino en la manipulación de elementos biológicos capaces de generar menor contaminación, mayores rendimientos o larga durabilidad".
Para el experto en bioarte Daniel López del Rincón, este proyecto, "donde la autonomía de la máquina se ha traspasado a la vida misma, adquiere un tono de reivindicación de lo vivo, especialmente en una época en que la dependencia de lo tecnológico es prácticamente total".
El viaje de este tándem de artistas zaragozanos a la ciencia y la tecnología desde el arte les llevó a aproximarse, en colaboración con expertos, a los secretos teóricos del corazón, la circulación extracorpórea y la donación en asistolia, pero también les hizo asomarse a un quirófano. Un audiovisual refleja una intervención experimental llevada a cabo en el CIBA (Centro de Investigación Biomédica de Aragón). Otra cinta muestra un experimento soviético de 1929 de reanimación de organismos (en este caso, un perro) clínicamente muertos.
¿Qué interesa a unos artistas como OPN Studio de la ciencia? "Siempre quieres ir más allá de lo obvio y desarrollar tu conocimiento para plantear nuevas dudas, generar nuevo pensamiento señalan. El miedo a lo desconocido que generan los avances científicos, que en muchas ocasiones resultan increíbles, abre nuevas vías que generan diversas cuestiones. Siempre hay defensores y detractores, gracias a eso encontramos puntos medios lógicos. El progreso está ahí, hacia dónde encaminarlo depende de cada uno".
No hay por qué elegir entre la fascinación y el rechazo, sino, como anima López del Rincón desde el catálogo de esta obra, reflexionar para comprender.
60 latidos por minuto Imaginad que este corazón de elastómeros termoplásticos impreso en 3D fuera de verdad. Un pulsómetro captura el pulso del espectador de forma que el sistema transmite y recrea sus latidos reales. Así, la energía que generaría su corazón es simulada artificialmente mediante bombas de presión, electroválvulas, sistemas de control, conductos y conexiones.
Conversor hidráulico de energía biológica El pulso, presión y caudal desalojado por un corazón humano son la fuente de energía. Inyectores y turbinas Pelton realizan la continua conversión de la energía hidráulica en movimiento mecánico.
La máquina vive La máquina que funciona alimentada por la energía del corazón es un praxinoscopio, precursor del cinematógrafo. Su movimiento rotativo permite la sucesión y cambio de fotograma, logrando así la magia del movimiento. La animación se proyecta gracias a un sencillo sistema de transparencias y luz.
Ilusión óptica La María-robot de Metrópolis (Fritz Lang, 1927) hace malabarismos con un corazón. La ilusión óptica de su imagen en movimiento da la mano a la ciencia ficción para cerrar el círculo. La icónica María es metáfora de las tendencias sociales, científicas y tecnológicas de comienzos del siglo XX y sus conflictos morales, ideológicos y éticos. Y, ya se sabe: "El corazón debe mediar entre las manos y el cerebro".
Hace casi 15 años, este mismo colectivo artístico produjo un filete de rana realizado mediante cultivo celular, que llamaron Disembodied cuisine (Cocina sin cuerpo), "una obra muy controvertida e interesante de pensar por la posibilidad de sustituir lo natural por lo posnatural". Diez años después, "apareció en los medios la primicia de que unos científicos habían producido el primer bistec hecho en laboratorio ; el arte anticipa, en muchos casos, situaciones y eso es muy bueno, ya que nos da tiempo para hacernos preguntas antes de que esas innovaciones pasen a lógicas más complejas y difíciles de revertir". Es por eso que López del Rincón habla del "arte como laboratorio de pensamiento". "Quizá reflexionael arte es una plataforma única para aislar estos desarrollos científicos de su marco científico para poder observar, en un contexto renovado y privado de legitimidad científica, el impacto que nos genera la aplicación de esas técnicas".
Cuando se llega al bioarte in vivo, que realiza obras que están vivas, "la práctica artística es llevada al extremo y las implicaciones éticas de la obra aumentan radicalmente". Un ejemplo sería ser el proyecto Biosfera (en la imagen), de Joaquín Fargas. Unas esferas transparentes encierran en su interior pequeños ecosistemas: agua, plantas, microorganismos... El artista las regaló... junto a una responsabilidad. Esta obra, "muy sencilla técnicamente pero de gran fuerza conceptual, nos habla de la que probablemente es la dimensión más importante del arte vivo: la estética y la ética del cuidado". En el fondo, "el bioarte nos debería hacer pensar qué posición ocupa el ser humano en este nuevo ecosistema, en el que tiene un control sin precedentes de las lógicas de la naturaleza".