Qué hacer ante quemaduras, insolación o golpes de calor

Los excesos de radiación solar provocan diversas afecciones, sobre todo en playas y montañas.

El riesgo llega caído del cielo en forma de radiaciones solares
Qué hacer ante quemaduras, insolación o golpes de calor
PRAMES

Muchas veces el riesgo que conlleva toda actividad de montaña no está en el camino, en la roca, en ese río o barranco a cruzar o donde nos bañamos, en ese paso difícil… El riesgo llega caído del cielo en forma de radiaciones solares. Por ello, debemos insistir en algunas de las lesiones provocadas por una exposición inadecuada al sol. Aunque este verano está siendo algo inestable, insistimos en llamar la atención sobre los riesgos que conlleva una exposición prolongada al sol.


Una exposición exagerada a la radiación solar puede provocar desde trastornos más o menos leves a enfermedades tan graves como es el desarrollo de un cáncer de piel. Este problema se está agravando con el aumento de la expectativa de vida (que hace que en los últimos años de existencia aparezcan las consecuencias del sol recibido en etapas anteriores) y con el agujero de la capa de ozono, pues la atmósfera es el filtro que permite que lleguen atemperadas esas radiaciones. Estas pueden ser ultravioletas, visibles o infrarrojas, de menor a mayor longitud de onda, respectivamente. Cuanto menor sea esa longitud de onda, mayor es la energía que portan.


De ahí que la radiación verdaderamente peligrosa sea la ultravioleta y, aunque una buena medida es absorbida por la atmósfera, parte de la que llega (UV-B) es la que produce daños en la piel, que pueden manifestarse en la aparición de lentigos solares (asociadas a la edad) o afecciones más graves, a veces derivadas de los anteriores, como melanomas.


Todas ellas pasan por una exposición prolongada y sin protección durante años, por lo que los cuidados ante los rayos solares deben acompañarnos en cada salida. Esa es también la clave para las afecciones más comunes, las inmediatas, las que nos pueden sobrevenir si no vamos adecuadamente vestidos, no nos cubrimos la cabeza con una gorra y no aplicamos en la piel crema de protección solar.

Lo más común

El golpe de calor es una de las lesiones más comunes en nuestros tórridos veranos. Sus síntomas son sofoco y acaloramiento, incluso mareos, un malestar general y una sed intensa, pudiendo llegar a una pérdida de conocimiento. En estos casos, las recomendaciones son buscar una sombra, quitar al afectado la ropa no transpirable, aplicar paños fríos y dar de beber bebidas frescas no alcohólicas, también saladas, para contrarrestar la pérdida de minerales a través del sudor, siempre que el afectado no esté inconsciente.


La insolación es también una lesión muy conocida. La cabeza, que ha recibido la acción constante y enérgica de los rayos solares, duele, la temperatura es elevada, la piel está caliente y seca, podemos sentir ganas de vomitar… Como en el caso anterior, hay que procurar refrescar al afectado, hidratar su cuerpo y evitar esa pérdida de minerales con una cucharadita de sal disuelta en cada vaso de agua, siempre, como decíamos, que no esté inconsciente.


La falta de protección también provoca quemaduras en la piel, enrojecimientos (primer grado) o ampollas (segundo grado). En estos casos la ropa adecuada, la gorra y la crema antisolar son fundamentales. De producirse ampollas, las trataremos con paños fríos, pomadas para quemaduras y antiinflamatorias, y las cubriremos con una gasa estéril, pero nunca las pincharemos.


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