Por
  • Fernando Jáuregui

Los toros y la manía de prohibirlo todo

Roca Rey en la Plaza de Toros de Zaragoza.
Roca Rey en la Plaza de Toros de Zaragoza.
HA

No sé si se trata de dejar a España que no la reconozca, como dijo Alfonso Guerra cuando mandaba tanto en el país, ni la madre que la parió. Pero me temo que la vieja nación se caracteriza por rebelarse contra lo superficial y aceptar mansamente las transformaciones en lo sustancial, como me advirtió un día Adolfo Suárez: "Fernando, qué fácil es gobernar a los españoles, hasta que estallan por una cuestión menor y entonces es la marimorena", recuerdo que me dijo, casi textualmente. 

Es decir, que no sé si el ministro navarro-catalán (porque Ernest Urtasun tiene sus raíces paternas en Estella y el carlismo) y quien le patrocina en el Ejecutivo han medido bien el alcance de una medida que llega, también, cuando toda España se prepara para tantas fiestas, desde San Isidro hasta San Fermín y otros muchos santos, que incluyen como plato principal la lidia en la arena. Y no es precisamente que las plazas se queden vacías, no.

En las dos Españas hemos conseguido ya enfrentarnos por casi todo, incluyendo nuestra historia, nuestros muertos y nuestra memoria. ¿Por qué, pues, no enfrentarnos, como ya hizo el Parlament catalán en 2011, también a cuenta de la fiesta nacional? La derecha, pro taurina; la izquierda, anti. Menuda simplificación mendaz.

En la decisión del ministro Urtasun de suprimir el premio nacional de Tauromaquia hay mucho de sintomático, precisamente cuando este paso, que ha distraído tantas atenciones, coincide con la campaña catalana y con la batalla sobre la memoria histórica

Estuve en aquella memorable corrida última en la Monumental de Barcelona, con José Tomás, Juan Mora y Serafín Martín, donde veinte mil espectadores, casi con lágrimas en los ojos, decían adiós al mítico coso y a la fiesta nacional en Cataluña. Nunca vi a gentes más airadas, y certifico que no todas eran ‘de derechas’. Ni viejos. Ni siquiera todos constitucionalistas, como está de moda ahora calificar a ‘los de siempre’ versus ‘los otros’.

Y, así, ya tenemos el lío montado por un asunto que nos hará olvidar las ‘vacaciones’ de cinco días de Pedro Sánchez y el tema de su mujer, lo que puede ocurrir, ay, tras los resultados de las urnas catalanas, el caso Koldo, la amnistía y tantas otras minucias, nacionales e internacionales, que penden, cual espadas de Damocles, sobre nuestras cabezas.

Aprecio, lo digo de veras, al ministro Ernest Urtasun, a quien en vano he pedido varias veces encuentros con un grupo de periodistas: los ministros eligen muy bien, compruebo, con quién hablan o no hablan, ya se sabe. Pero la verdad es que, hasta ahora, el máximo responsable de nuestra cultura no ha tomado otras medidas que no sean efectistas: que si descolonizar los museos, que si suprimir el premio taurino porque "la mayoría del país así lo quiere".

No sé si esto último es así, no conozco encuestas al respecto, pero sí sé que toros, literatura, artes plásticas, cine, gastronomía y periodismo son cuestiones relacionadas desde hace muchos años en un país, España, donde, desde ‘dar un capotazo’ hasta ‘dar la puntilla’, nuestro hablar cotidiano está lleno de referencias a esta fiesta nacional a la que usted puede o no acudir a contemplar, a la que usted puede amar o por el contrario horrorizarle tanta sangre. Lo que usted, señor Urtasun (recuerde lo de Adolfo Suárez), no podrá hacer es prohibirla. ¡Qué manía con regularlo todo!

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