La Zaragoza del futuro
El Aragón vaciado quedará en unos años a 20 minutos de la capital. Surcarán el cielo zaragozano aerotaxis, mientras limpian el suelo robots que piensan, que tienen sentimientos. Autobuses sin conductor eliminarán el fallo humano de la trágica ecuación de los accidentes mortales.
Todo, en una ciudad monitorizada al detalle, donde cada acción tiene sus consecuencias y se conocerán antes de emprenderla. Imperará el gobierno del dato, que elimina el peligro de equivocarse. Acentuará nuestra inteligencia artificial y acabará con la humana costumbre de tropezar dos veces en la misma piedra.
Dicen los que más saben que la inteligencia artificial es "buenísima" siempre que el objetivo que persigue el talentoso humano que la dirige sea éticamente correcto. Lo asumo, aunque me cuesta. Será porque nací en una generación analógica que se reconvirtió a digital al comprobar cómo Internet le facilitaba las cosas.
Vivimos una revolución digital que avanza más rápido que la normativa que debe regularla. Y supone un gran problema. Entre los datos que maneja la inteligencia artificial están los nuestros, y nos debería preocupar que se gestionen bien. Quizá no somos conscientes de lo mucho que la civilización se está jugando, pues tan importante como aprovechar los beneficios de la tecnología es garantizar que se usa bien. No pueden surcar los aerotaxis nuestro cielo, si la ciudad no ha regulado por dónde pueden hacerlo.
El imperio de la razón sobre el corazón será rentable para el contribuyente porque vetará los dispendios. En la Zaragoza del futuro no habrá sitio para faraónicas inversiones que se ‘venden’ como imprescindibles y después no sirven para nada. Ocurre en la capital con el túnel del Portillo, pero también en el resto de España. Con inteligencia artificial será más fácil valorar la acción política de forma objetiva, lo que obligará a nuestros dirigentes a analizar diligentemente todas las alternativas. Saldremos ganando todos.
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