España: Sin noticias de Kant

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en un acto electoral en San Sebastián
 Pedro Sánchez, en un acto electoral en San Sebastián
Javier Etxezarreta

Es bien sabido que hubo en su día quien reconoció haber vivido mejor contra Franco, sobre todo en los últimos tiempos del régimen, que después, cuando la democracia era ya una realidad repleta de derechos y libertades. 

Algo tendrá que ver en eso la nostalgia de la juventud perdida, aunque se trata de una idea que encaja también con cierta filosofía de inspiración oriental que podría resumirse en aquello de que la felicidad está en el camino. Hoy también existe la sospecha, salvando las distancias, de que algunos viven mejor contra Sánchez que con lo que venga luego, se llame como se llame. Así lo admitió ya algún brillante y crítico articulista el año pasado cuando, tras el fiasco demoscópico, los resultados de las elecciones generales volvieron a abrir a Sánchez las puertas de la Moncloa de par en par. O quizá no tanto.

Es fácil advertir que hay una oposición acerba al sanchismo que lo es precisamente por cosas que tienen poco o nada que ver con las ideas que deberían mover la acción de gobierno. En ese sentido, escapa a la dialéctica política pura. Los fundamentos críticos se encuentran en principios de comportamiento cuyo incumplimiento resultaría igualmente censurable en un perito agrónomo o un sexador de pollos que en un presidente del Gobierno. Aunque, claro está, las consecuencias de sus actos no tengan las mismas implicaciones.

Apelar a una conciencia ética es muy apropiado en la misma víspera del tricentenario de Immanuel Kant, pero tiene el riesgo de resultar casi ridículo en el contexto actual. La política sin principios se reduce a una competición furibunda por el poder, algo que el sanchismo ha asumido con naturalidad, incluso a la hora de desdecirse a sí mismo. El reflejo de la amplitud de esta podredumbre moral es que esta noche podría ganar las elecciones vascas, o estará cerca, un malabarista de la palabra que se niega a definir a ETA como terrorismo.

Antes que un cambio de Gobierno, España necesita hoy de una recomposición moral que distinga entre necesidad y virtud, entre conveniencia propia y bien común, entre un manual de resistencia y el imperativo categórico de Kant.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Alejandro E. Orús en HERALDO)

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