El globo terráqueo Hunt-Lenox es uno de los más antiguos que se conocen. Data del año 1510. En el hemisferio sur aparece una inscripción inquietante: «Hic sunt dracones». Estos días, en Aragón, también se anuncia lo mismo, «¡Ojo, aquí hay dragones!», pero nuestros mitológicos animales resultan menos perturbadores incluso que los que frecuentan los libros de Harry Potter.

En el Año del Dragón, según el zodíaco chino, nos aprestamos a celebrar de nuevo el Día de san Jorge, aquel caballero que alanceaba a la bestia. Es un santo apátrida. Hasta en Rusia y en Ucrania le veneran también. Sin embargo, aún es más omnipresente la figura draconiana. De todos los monstruos, quizá sea el dragón el más redundante. Se multiplica en todas las latitudes y cada época tiene los suyos.

Si se rastrea la presencia folclórica y artística del dragón en el mundo habrá que concluir que se trata de una figura simbólica tan universal que en cualquier punto del planeta identifican su figura. En verdad tuvo gran propagación el ciclo mítico originado en Mesopotamia, trasvasado a la India y a Egipto y, a partir del imperio de Alejandro Magno, expandido por la cuenca mediterránea.

«El tiempo ha desgastado notablemente el prestigio de los dragones», escriben Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero en ‘El libro de los seres imaginarios’. Habrán perdido fama, pero estas criaturas fantásticas siguen resoplando en obras inolvidables como las de Tolkien.

En Aragón, estos días vuelven a volar los dragones y vuelve a matarlos el santo ecuestre. También volveremos a comprar libros para llegar a los confines y los márgenes del mundo conocido en busca de aventuras.