El papeleo asfixia a la propia Administración, que nos lo exige a todos y lo produce a toneladas, pero muchas veces es incapaz de digerirlo. Y que el papeleo venga ahora con frecuencia en formato pdf y en ‘pendrive’ apenas alivia el atasco burocrático. 

Igual que los pacientes tienen que esperar y esperar para que un médico les ponga tratamiento, los expedientes esperan también para ser revisados y resueltos por funcionarios especializados. El caso del Instituto Aragonés de Gestión Ambiental (Inaga), cuyo gerente, Luis Simal, reconocía ayer en las Cortes que el organismo está colapsado, es un buen ejemplo del agobio burocrático. Pero seguro que hay muchos más. En el Inaga se acumulan 6.500 expedientes pendientes de resolución, pero hemos visto, en otros organismos y por todos los niveles de la Administración, retrasos en el pago de los ERTE, ayudas que tardan meses o años en llegar a sus destinatarios, colas o largas esperas para renovar documentos, etc. Y los médicos o los profesores o los agricultores se quejan del tiempo y la energía que les hurtan los trámites, los papeles, las fichas, los formularios. ¿Faltan funcionarios? Quizá, pero no será porque el empleo público no haya crecido a buen ritmo durante los últimos años. Otra cosa puede ser que haya crecido donde se necesita y para lo que se necesita. Entendámonos, la burocracia es imprescindible, pero tiene que tener un límite. Lo que parece claro es que la digitalización está en mantillas, aunque a veces nos parezca lo contrario. Decía el gerente del Inaga, "estamos picando datos manualmente". ¡Por favor, que venga cuanto antes la inteligencia artificial! La incapacidad de la Administración para procesar a tiempo sus papeles es un lastre para la economía y para la sociedad, hace perder oportunidades a los negocios, desalienta al empresario, desampara a los vulnerables, abruma al ciudadano...

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