Diecinueve años

Ulrike von Levetzow
Ulrike von Levetzow
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Con frecuencia, nos gusta sentirnos originales y especiales, pero sin perder la aceptación del común. Por eso, en materia sexual, el gran tabú, solemos procurar que nuestras inclinaciones personales parezcan normales y naturales, no estrambóticas, o algo peor.

Creo que la escritora estaba imbuida de lo anterior cuando declaró en una entrevista, como dando un paso al frente, que ya es hora de decir bien alto y claro que a las mujeres de su edad –a la sazón, cuarenta años– les atraen los chicos de veinte, "igual que a los hombres de cuarenta", añadió, "les gustan las chicas de veinte".

Adviértase, en primer lugar, que la declaración en cuestión no se circunscribe a "ciertas mujeres" ni a "ciertos hombres" de cuarenta años, por lo que incurre en una generalización inverosímil. En la actualidad, solo una minoría de mujeres y hombres de esa edad se siente atraída por personas de veinte. Y estas, por su parte, rara vez atienden a dicha atracción. Ya no se lleva el trato carnal entre el maestro y el discípulo de la Antigüedad. Ni tampoco, el ‘sí de las niñas’ que criticó Fernández de Moratín.

En segundo lugar, apréciese también que la edad de veinte años no es orientativa. Es una frontera precisa, meditada por quien considera que, con cuarenta años, bajar más escalones –diecinueve, dieciocho, diecisiete…– implicaría incurrir en el tabú.

Comparada con el manifiesto que se esconde en lo común, qué sublime se me antoja la declaración individual, hecha por cuenta propia. Pienso ahora en ‘Elegía de Marienbad’, el poema en el que Goethe, a los setenta y cuatro años, sabiéndose carne de escarnio, reveló su amor por una mujer, no de veinte, sino de diecinueve años.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Javier Usoz en HERALDO)

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