Por
  • Estela Puyuelo

La vida retirada

Calle de Torla.
La vida retirada
Laura Uranga

Oh monte, oh fuente, oh río!". Viernes, siete de la tarde. Una caravana de vehículos galopa hacia el Pirineo por la autovía Mudéjar. 

Cuando la veo desde el carril contrario, casi vacío, imagino desiertas las calles de Zaragoza, como invitando a aparcar pero, incluso entonces, me cuesta encontrar parking gratuito, porque una gran ciudad siempre está llena. Los coches siguen subiendo sin cesar y, a pesar del gran volumen que trepa hacia las cumbres, normalmente no hay retenciones en la carretera, especialmente a la ida. Más tarde, llegan a sus destinos, se reparten en ellos y todos caben, porque los pueblos pequeños, por paradójico que resulte, nunca se llenan del todo. ¿Y qué pasa después?

Es de sobras conocido lo que hacen los turistas en los sitios de montaña durante los fines de semana. Algunos practican el deporte blanco. Se distinguen claramente por los ‘portaesquís’ y, cuando salen del coche, por el atuendo. Otros llegan atraídos por el senderismo y acostumbran a viajar en el día. Son fugaces. No hacen gasto. Y, finalmente, están quienes pasan el finde en la pintoresca localidad para pasear por sus calles y disfrutar de su oferta gastronómica, previa reserva si quieren degustar algo más que unas tapas.

El domingo, en la sobremesa, se produce la estampida con las consignas de aprovechar el día al máximo pero evitando las horas de más tráfico, dos condiciones difíciles de armonizar. Y, por la noche, los turistas se han marchado. Lo que nadie sabe es qué ocurre en estos lugares entre semana. Para eso hay que vivir aquí. "Vivir quiero conmigo, / gozar quiero del bien que debo al cielo, / a solas, sin testigo, / libre de amor, de celo, / de odio, de esperanzas, de recelo". 

Estela Puyuelo es profesora de Lengua castellana y Literatura, poeta y etnógrafa

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