La medida

La medida
La medida
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No siempre es fácil encontrar la medida. A veces te pasas, a veces no llegas. Cuando se trata de hablar en público siempre temo aburrir al personal. Por eso tiendo a la brevedad, sobre todo si tengo que leer un discurso desde un atril o desde un escenario. 

Otra cosa es cuando hablo en ‘petit comité’, que luego tendré que arrepentirme de mis excesos verbales. Cualquier posición elevada, sin embargo, me cohíbe. Me temblaba la voz en la iglesia de Lanaja cuando leí el pregón de la Semana Santa. El atril donde se leen las escrituras me daba mucho respeto. Yo habría querido ser como Luisa Gavasa, que una semana antes fue pregonera de la Semana Santa del Bajo Aragón y estuvo maravillosa. Me vestí de negro, como ella, y ahí se acababa todo el parecido. Solo pude relajarme después, en el exterior de la iglesia, cuando sonaron los bombos y tambores de las cofradías de Lanaja y de Robres. Qué bien tocaban, y cuánta concentración se veía en sus caras.

En el pregón yo había hablado de la fraternidad. Tanto la palabra cofradía como la palabra hermandad proceden del vocablo latino ‘frater’, hermano. Una de las acepciones del diccionario para la palabra hermandad dice: unión de personas para un fin determinado. Y ahí estaban, cofrades de todas las edades haciendo temblar al unísono el aire monegrino. Arropada por Antoine y mis dos primos hermanos, Alfredo y Carlo, por un rato me olvidé de los problemas, a los que tampoco sé dar la medida de su importancia. O me paso o no llego.

Estaba inquieta por mi madre, que llevaba un par de días bastante pachucha. Pero todo se arreglaría. La luna casi llena nos escoltaba a la vuelta por la Sierra de Alcubierre. 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Cristina Grande en HERALDO)

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