Todo o nada

Todo o nada
Todo o nada
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Después de una compra, o tras la prestación de un servicio, aún contesto las encuestas de una sola pregunta, señalando siempre la carita verde más sonriente, o poniendo un diez sobre diez. Menos que eso, hoy es un suspenso. 

En cambio, he dejado de cumplimentar cuestionarios prolijos, especialmente, si proceden de instituciones serias dedicadas al análisis social y político. La razón de esta inhibición es que mis trolas desvirtuarían sus resultados.

Considerando los recursos públicos y privados empleados en elaborar, contestar, procesar, publicar y analizar encuestas, yo pensaba que mi insinceridad sería excepcional. Sin embargo, hay indicios que apuntan a que en este Occidente nuestro tan abierto y sin prejuicios, la mendacidad podría estar bastante extendida. Se ve que mentimos amparados por el anonimato, pero también cuando el embuste es palmario. Por ejemplo, leo estos días en la prensa que mucha gente que usa aplicaciones para ligar falsea características tan contrastables como la estatura o el tamaño del busto.

A mi juicio, hay dos datos recientes que corroboran la falibilidad de las encuestas. El primero es que, según estas, cada vez interesa menos el sexo presencial de toda la vida, que estaría siendo sustituido por prácticas virtuales, o por una deseada castidad. El segundo dato, aún más inverosímil, dice que está perdiendo terreno el ‘amor romántico’, como se lo denomina con redundancia, en favor de las relaciones esporádicas y sin compromiso. En fin, como si estas no fueran casi siempre un sucedáneo, desde luego, romántico, a la espera del ángel por el que hacer la apuesta definitiva del todo o nada. Aunque luego salga el sol por Antequera.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Javier Usoz en HERALDO)

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