Por
  • José Alegre Aragüés

El museo de la esperanza en la calle

Procesión de la Hermandad del Nazareno y María Santísima del Rosario durante la Semana Santa en Teruel.
Procesión de la Hermandad del Nazareno y María Santísima del Rosario durante la Semana Santa en Teruel.
Jorge Escudero

La Semana Santa recoge, en unas expresiones literarias llamadas evangelios, lo que nuestra historia artística ha convertido después en este maravilloso museo ambulante que, cada año, sale a la calle para volver a contar lo que sigue siendo y soñando una humanidad nunca decidida a renunciar a las geniales historias que le han aportado la inmensa riqueza de esperanza con la que sigue empeñada en hacer frente a esta vida, llena de obstáculos pero que ni la bomba atómica ni otras terribles historias de nuestras guerras mundiales pudieron arrasar, aunque algunos no pudieron soportar el dolor que el ser humano es capaz de descargar sobre los desnudos hombros de tantos seres atrapados en la dinámica del mal desatado hasta extremos incomprensibles.

Historias contadas con sencillez y dramatismo que el lenguaje artístico ha convertido en monumento y que son denominadas en su conjunto ‘pasión de Jesús de Nazaret’. Sus últimos días, síntesis de una vida abocada a un final previsible, acelerado por el juego político (siempre la política por medio) de quienes ostentan el poder (político y religioso) y se aferran al sillón. Apresamiento, tortura, condena, exhibición pública, con sarcasmo incluido, y muerte.

El tipo de muerte aplicada fue la crucifixión. La más despectiva que se podía aplicar y que, sin pudor alguno, mostraba, a quien quisiera contemplarla, todo el proceso físico, sicológico y espantoso de un final terrible en donde no había espacio ni respeto para una intimidad familiar ni para todo lo que un ser humano en esas circunstancias pudiera expresar como desahogo de la condición a la que era reducido.

En el caso de Jesús, el relato de estos últimos momentos, conmovió al mundo desde el principio. Despertó la ‘com-pasión’ que la humanidad es capaz, también, de expresar. Provocó un grito de protesta contra la injusticia que todavía resuena en los tambores de nuestra tierra, encargados de ser los portavoces de nuestra conmoción interior frente a las prácticas injustas de la justicia. E hizo posible una lectura opuesta a la que pretendían despertar quienes levantaban al reo para que todo el mundo levantara la vista y la voz y dedicarle las últimas lindezas verbales que lo acompañarían y escucharía en su larga agonía.

La historia de la pasión de Jesús de Nazaret está destinada a sembrar la esperanza. Estos días de Semana Santa podemos verla recorriendo nuestras calles

Ese levantamiento no fue entendido, en el caso de Jesús, como una derrota. Sus seguidores se encargaron de darle la vuelta y convertirlo en la expresión de entronización y elevación a la dignidad de Señor y Rey, porque, muy poco tiempo después, asumieron la tarea, iniciada por unas mujeres del pequeño entorno que le había acompañado hasta el final, de proclamar que seguía vivo, que se les había mostrado transformado y había hablado y comido con ellos. Lo cual fue una experiencia de paz, alegría y perdón que los cambió por completo y contagió la esperanza por el mundo hasta hoy.

Ha pasado por muchos momentos muy difíciles. La historia humana es el mejor banco de pruebas para comprobar la solidez de nuestras teorías. Ha sufrido muchos ataques por ser un sueño convertido en relato creído, y así confirmado. Pero sigue siendo la gran fuerza de los humanos que aspiran a vivir, arreglar la vida y esperar, de esperanza, un futuro lleno de promesas que se harán realidad igual que esta promesa de vida para Jesús se había pronunciado antes y, contra el pronóstico de los incrédulos, se cumplió. Es el único museo dedicado a la esperanza. Sale a la calle. Es gratuito. No se lo pierdan. ¡Contemplen!

José Alegre Aragüés es teólogo

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