Por
  • Jorge Sanz Barajas

Libertad de elegir cole

Una alumna ordena su material escolar
Una alumna ordena su material escolar
Marta Fernández Jara / EP

Una mamá le cuenta a Perplejo la conversación con una clienta que vive encima de la céntrica tienda donde trabaja. La señora está encantada con el nuevo decreto de escolarización, que le garantiza la libertad de elección. 

Al fin podrá elegir el centro concertado que está a 3,9 km de su casa. Por su puerta pasa el tranvía y hay tres autobuses con una frecuencia estupenda que le dejan a la nena en el cole en diez minutos. En su casa, dice, entran dos buenos sueldos con que pagar una hora más a la asistenta –fíjate qué cosas: vecina y amiga de esta mamá con la que habla Perplejo– para que acompañe a la niña a la parada. También pueden costearse la cuota convenida del centro, las extraescolares y otros gastos. Así, la niña podrá estudiar con gente "como ellos" y no tendrá que ir a ese colegio público del barrio, donde dicen que hay un montón de alumnado con necesidades educativas especiales y muchísima inmigración. ¡Por fin, la libertad de elección! Perplejo le pregunta a la mamá si su niña puede ir a ese cole también. Dice que sí, que su casa también está a 3,9 km de ese colegio, pero solo hay un autobús cada veinte minutos que siempre va lleno y da una vuelta interminable. Tendría que levantarse sola, sería una de esas niñas de la llave al cuello, no podría ir a pie, no podría costear la cuota convenida con sus ingresos de familia monomarental, dependería de becas y llamaría demasiado la atención en ese centro donde todos visten zapatillas que equivalen a una semana de su salario. Pero le han dicho que esté tranquila: tiene asegurada la libertad de elección de centro.

Jorge Sanz Barajas es profesor de lengua y escritor

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