Por
  • Eva Cosculluela

Cuelga tú

Una mujer se deja fotografiar el iris durante un evento artístico en Boston.
Una mujer se deja fotografiar el iris durante un evento artístico en Boston.
C. J. Gunther / Efe

Tal día como hoy en 1876, Alexander Graham Bell probaba con éxito por primera vez el teléfono. 

Aunque, según se ha sabido después, plagió un invento de Antonio Meucci, Graham Bell lo patentó y pronunció una frase que, como por arte de magia, ‘voló’ a través del cable para llegar a su interlocutor: «El caballo no come ensalada de pepino». Por qué eligió una frase tan peculiar es un misterio. Si Graham Bell hubiera sabido que iba a pasar a la posteridad, seguro que la habría escogido con más esmero. Lo que seguro que nunca pasó por su imaginación de inventor es que ese artefacto se ha convertido en un pequeño dispositivo que llevamos todo el día en la mano, sin cables que lo aten, y es casi una prolongación de nuestro cerebro.

De haber imaginado que un día veríamos a personas en la otra parte del mundo con sólo pulsar un botón, Graham Bell hubiera pensado que se trataba de uno de esos inventos literarios de Julio Verne y que vivía inmerso en una novela de ciencia ficción. Esa misma sensación he tenido yo al ver que una empresa norteamericana ha desembarcado en España para escanear el iris de las personas a cambio de criptomonedas con el encomiable fin de protegernos de la inteligencia artificial (IA). Qué ironía que el propietario de la empresa sea también el director ejecutivo de Open AI, la propietaria del motor de IA más conocido, Chat GPT. Cuando la Agencia Española de Protección de Datos les ha prohibido operar en nuestro país, 360.000 personas lo habían hecho ya: en su mayoría jóvenes, que saben lo que es un ‘bitcoin’ pero ni siquiera intuyen por qué se dice eso de «cuelga tú».

Eva Cosculluela es librera

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