Impostor

Disculpa, es que vamos al cine con prisa", me excusé, habiendo pedido la cuenta en el mostrador del restaurante, en vez de esperarla cortesmente en la mesa. "¿Qué van a ver?", preguntó el camarero mientras me ofrecía el datáfono. "‘La estrella azul’, sobre Mauricio Aznar", dije. Y como mi interlocutor, joven, no sabía de qué le hablaba, le di una semblanza urgente del artista.

Después, en la butaca, me sentí impostor. En parte, porque un rato antes había aparentado saber más de lo que sabía. Pero, sobre todo, porque, en ese momento, esperando el inicio de la película, tenía la impresión de que la gente no había ido allí como yo, para estar a la última, sino porque sentía una gran empatía por la historia que se iba a proyectar, con la que yo creía tener poco que ver.

Sin embargo, resultó que mi impostura no era tanta. ‘La estrella azul’ me provocó una inesperada y emocionante complicidad, por partida doble. En primer lugar, al reconocerme miembro de una concreta generación zaragozana, con sus particulares circunstancias, protagonistas, lugares, hechos, dichos y mitos. A la vez, la película me hizo sintonizar con la Argentina rural y musical representada por el clan Caravajal, el mismo que le mostró a Mauricio Aznar la vía existencial de la chacarera.

Al salir del cine, cómo no, recordé la vez que vi en persona a Mauricio Aznar, hace casi tres décadas. Nos cruzamos en el campus de san Francisco, una mañana primaveral. Él iba a solas con una guitarra enfundada, dirigiéndose a una actuación en un aula que yo había visto anunciada en un tablón. Pues bien, hoy es el día que este impostor, desenmascarado, confiesa que tampoco en esa ocasión se acercó a escuchar.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Javier Usoz en HERALDO)