Aragón se extiende hacia Cuenca
Hay noticias que, en ocasiones, pretenden pasar inadvertidas: subsumidos por las andanzas de nuestros próceres con las mascarillas ‘fake’, con los pícaros amorales y con nuestra mejorable clase política, se deslizan perlas informativas impulsadas por gentes que saben que la historia, en realidad, es el motor del progreso y la brújula del futuro. Albarracín llamó a la puerta del Instituto Geográfico Nacional para que dictaminase si 2.000 hectáreas de terreno pertenecen a Cuenca o a Teruel, o dicho de otro modo, si Aragón también se puede hacer macho por el monte de El Entredicho y no solo por el tránsito del Ebro.
El asunto, que acabará en los tribunales antes que en la mesa del Consejo de Ministros, es una reclamación secular de Albarracín, que gestiona el monte y quiere que la línea del compás se aleje un poquito. Es decir, que Aragón sea algo más grande y Castilla-La Mancha más pequeña. ¿Cuánto? Lo suficiente.
Las mugas, fronteras y lindes han sido el motor de los conflictos ancestrales entre pueblos y entre Estados modernos porque la propiedad es sinónimo de poder y porque la condición humana permanece inmutable con el paso de los siglos, pero Albarracín ha aducido la lógica y la ha colocado sobre la mesa del Instituto Geográfico Nacional, que acaba de emitir un dictamen dándole la razón sobre el límite provincial.
No se trata de resolver el asunto ni acudiendo a los postulados liberales de Locke ni mucho menos a un misil Tomahawk. En último término, subyace un principio de justicia, reconocimiento, respeto a la historia y al cuidado de unos terrenos gestionados por sus habitantes. Decía hace años con humor un alcalde de Petilla, término navarro en enclave aragonés donde nació Ramón y Cajal, que allí el que comentaba que no era navarro lo arrojaban al pilón. Ahora toca cambiar el mapa de Teruel. No es un tema menor.
