Un merecido homenaje

Carrera solidaria organizada por la Fundación Carlos Sanz en Zaragoza.
Carrera solidaria organizada por la Fundación Carlos Sanz en Zaragoza.
Francisco Jiménez

Hoy quiero dar un homenaje. Un reconocimiento a una persona que ha convertido su vida en entrega y servicio a los demás. Una persona que, a pesar de las terribles vicisitudes que ha tenido que sufrir, cree y se dedica en la medida de sus fuerzas y posibilidades a un proyecto de vida por y para todos los que necesitan algo y pasan cerca de él. 

El homenajeado es Carlos Sanz, por su trabajo y el de su fundación y para todos los que desinteresadamente colaboran y comparten tan elevados propósitos. Y quiero hacer este homenaje porque Carlos está vivo y activo, pues pienso que no hace falta estar muerto para ser reconocido.

Carlos se considera un afortunado de la vida. Hace años ya estaría enterrado y solo perduraría en la memoria de los que lo conocieron. Pero tuvo una oportunidad, aunque la realidad es que han sido varias. La vida, como a otros muchos, le ha deparado amargas sorpresas y cambios radicales en sus planes. No creo que le haya dado igual, pero la lección es clara. Se levanta y vuelve a caminar, y con más ganas que antes, pero se sigue sintiendo favorecido. Y eso es lo que transmite a todo el que le escucha.

En la sociedad actual es frecuente oír que los jóvenes tienen poca resistencia a la frustración. Que, para ellos, solo conseguir es éxito. Que lo que quieren lo quieren aquí y ahora. Que son unos descreídos y que los valores y virtudes que siempre se han transmitido no calan en ellos. Quizá sea cierto, pero también lo es que su educación, escuela y familia se la proporcionamos los adultos, así que, como en el Evangelio, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Carlos, y sé que otros también, recorre las escuelas y colegios hablando a los jóvenes y adolescentes de todo esto, aula tras aula y año tras año. Forma parte de los que consideran que debe devolver a la sociedad todo lo que esta le ha dado a él, que no es ni más ni menos que poder seguir vivo. Y ayudando.

En sus charlas Carlos habla con precisión y con una profundidad inusual en estos tiempos. Deja claro que el éxito no es tener, es haberlo intentado. Que sí existe el no. Que insistir y no rendirse a la primera de cambio es lo que diferencia a buenos de mejores. Que poseer no es la meta que se debe perseguir si no disfrutamos de lo poseído. Que el mensaje que dice que el trabajo te asegura el éxito no es cierto, pero te acerca a él. Que, a propósito del esfuerzo, no existe ningún ascensor social, que siempre hay que subir por las escaleras.

Estoy convencida de que los jóvenes actuales son como nosotros y que sus deseos y anhelos más profundos no se diferencian de los que tuvimos. Pero, quizá eso sí es diferente ahora, los mensajes que reciben son otros. Muchos de ellos están preñados de puro individualismo egoísta e ingrato, como si lo logrado fuera únicamente mérito propio. La solidaridad, que tanto se pregona, es un lavado de conciencia teñido de exhibicionismo y ser organizado se reduce a saber ordenar cajones. Y, lo que es peor, que relacionarse con los demás puede hacerse mejor a través de una pantalla.

Hoy he querido mostrar mi admiración pública por Carlos Sanz porque merece que sus acciones sean conocidas y, si alguien quiere, las apoye, porque nuestra sociedad puede mejorar si cada uno de nosotros lo intentamos y, como dice el propio Carlos, lo hacemos con esfuerzo, sacrificio y orden.

Ana Isabel Elduque es catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Zaragoza y decana del Colegio Oficial de Químicos de Aragón y Navarra

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