Por
  • Javier Lucientes y Juan Antonio Castillo

Mosquitos y enfermedades olvidadas

Mosquito tigre
Mosquito tigre
H. A.

El ‘cambio global’ incluye aspectos tan importantes como la globalización, el cambio climático o el crecimiento desordenado de las actividades humanas. 

Todos ellos tienen repercusión sobre los artrópodos que causan o transmiten enfermedades, y nuestro país no se escapa a su influencia. Estos últimos años hemos tenido pequeños brotes de dengue o casos aislados de malaria en personas que no habían viajado fuera de España. Enfermedades que eran importantes en nuestro país hace cien o doscientos años. Recordemos que España se declaró libre de malaria en 1960 o que a finales del siglo XIX la fiebre amarilla provocó la muerte de más de 200.000 personas sobre todo en la costa mediterránea.

Este proceso de globalización, con la facilidad de viajar que tenemos ahora, está permitiendo la llegada de personas enfermas, en periodo de incubación de estos virus, a países libres de estas enfermedades. Mientras no haya presencia de mosquitos vectores su repercusión está limitada al enfermo, pero si ya existen los vectores adecuados el riesgo de la aparición de brotes es muy grande.

Hemos empezado este siglo en España con casos de algunas enfermedades transmitidas por vectores que creíamos eliminadas en nuestro entorno, como la malaria o el dengue

No solo nos movemos las personas, también las mercancías van de un continente a otro. Y a la vez se facilita la dispersión, la introducción, y gracias al cambio climático, la adaptación de mosquitos exóticos en nuestros ambientes. Algunos de ellos, como el mosquito tigre (‘Aedes albopictus’) y el mosquito de la fiebre amarilla (‘Aedes aegypti’) son excelentes vectores de enfermedades humanas como el dengue, el virus zika o el chikunguña. Enfermedades consideradas hasta ahora como tropicales y que originan brotes pandémicos que pueden llegar a producir la muerte de personas, pero sobre todo tienen un gran impacto en la salud con fiebres y dolores articulares, o incluso abortos y malformaciones en fetos. Pero la mayor repercusión está en los gastos sanitarios, en pérdida de días de trabajo y en el impacto que puede tener en actividades como el turismo. Recordemos la repercusión mediática que ha tenido el verano pasado la reciente plaga de chinches de la cama en la ciudad de París.

Los mosquitos, como otros artrópodos, son animales ‘de sangre fría’, porque su metabolismo no depende de su condición corporal, sino de la temperatura del ambiente. Por eso el cambio climático influye de forma tan directa en todas sus actividades. Se adelanta su periodo de actividad y se retrasa su desaparición. Lo que les permite estar activos volando durante más meses y aumentar el periodo en el que están criando, incrementando sus poblaciones y por lo tanto el riesgo de transmisión de enfermedades. También les ha permitido colonizar regiones en las que antes las bajas temperaturas impedían su presencia. Así, algunas especies de dípteros hematófagos han colonizado el Pirineo y la cornisa cantábrica, y con ellos aparecen enfermedades como la leishmaniosis.

Nuestro estilo de vida y el cambio global están provocando alteraciones que nos afectan

La relación del vector con los patógenos que transmite también se ve afectada por el cambio climático. Tanto los virus como los parásitos necesitan de unas temperaturas mínimas para multiplicarse dentro del vector. Si no se alcanzan esas temperaturas no pueden multiplicarse o tardan más tiempo en hacerlo. Con las temperaturas actuales se ha detectado un aumento del periodo de transmisión. Incluso en las zonas costeras, en invierno pueden permanecer activos los vectores asegurando la transmisión de estas enfermedades.

Este aumento de temperaturas se ve potenciado en las zonas habitadas por el fenómeno denominado ‘islas de calor urbano’. En la ciudad de Zaragoza estas temperaturas son de 2 a 4 grados superior en el centro que en las zonas periféricas. Si le unimos la presencia del mosquito tigre, especie invasora y urbana, tenemos la ecuación perfecta para que se puedan producir casos de estas enfermedades consideradas, hasta ahora, tropicales en nuestras ciudades.

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