Buenos tiempos

Buenos tiempos
Buenos tiempos
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Enhorabuena. Tras años de oscurantismo, por fin volvieron los buenos tiempos para ti. Para ti, que creciste viendo boxeo en televisión y presenciando con excitación las peleas de tu colegio o de tu barrio, aquellas ceremonias de la violencia jaleadas en corro por la chavalería, que, si eran a cuerpo limpio, contaban con la bendición del mundo adulto, consideradas como parte del aprendizaje espartano de un varón.

Efectivamente, el viento sopla a tu favor, cinéfilo admirador de los crímenes necesarios y elegantes de ‘El Padrino’ y, sobre todo, de la mística a cara partida, víscera reventada y crujir de huesos de ‘El club de la lucha’. Gracias a esta obra maestra, incluso el público menos proclive asumió que la violencia por la violencia, como la tauromaquia, puede ser un arte puro y sanador. Para quien lo practica, claro, pero también para quien ve los toros desde la barrera.

Sí, estás de enhorabuena, porque, gracias a los medios de comunicación y a la complacencia general, estos buenos tiempos han traído a nuestro país el negocio estadounidense de la jaula octogonal, del que pronto haremos una tradición propia. De momento, ya hemos adoptado un campeón del mundo, que quiere ser recibido como Induráin. Y no tardará en ser entronizada, en pie de igualdad, la bravura de la mujer española.

Por otra parte, es probable que quieras ir más allá. Digamos, por ejemplo, que te excitan las historias sobres gauchos y navajas de Jorge Luis Borges, o los duelos a muerte entre épicos pistoleros, o los narrados por Joseph Conrad. En tal caso, ten un poco de paciencia, que tu espectáculo llegará. Y lo mismo te digo, si lo tuyo es ver en primera fila una guerra de verdad.

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