Ábalos, Koldo y los muebles

Ábalos, Koldo y los muebles
Ábalos, Koldo y los muebles
Krisis'24

Vamos a suponer que el exministro José Luis Ábalos es inocente. Incluso más, mientras un juez no diga lo contrario, él, su amigo Koldo García y la lista de investigados son inocentes. ¿Es mucho pedir? No debería, pero… la presunción de inocencia colisiona con el sistema de medios de comunicación contemporáneo. 

En cuanto los procedimientos de los tribunales saltan a la esfera pública, la mayor parte de las y los afectados son inmediatamente juzgados y condenados. Eso, como hemos visto en más de una ocasión, es injusto. Y, además, es un arma política con muchas aristas, cargada de un peligroso efecto bumerán. El mejor ejemplo lo dan el propio Ábalos y el PSOE de Sánchez. Todos sabemos con qué argumentos construyeron la moción de censura, cómo vapulearon al PP y cómo prometieron limpiar de corrupción nuestra democracia. Ahora aquellas palabras se convierten en un espejo.

El caso de presunta corrupción que implica a José Luis Ábalos, la pérdida de principios y los resultados de las elecciones autonómicas gallegas preocupan a la militancia socialista y anticipan un escenario crítico para el PSOE

Sin embargo, las palabras, en el caso del PSOE de Sánchez, no importan. Mejor dicho, las palabras de Sánchez da igual a qué comprometiesen o qué quisieran decir, se retuercen, se cambian y se contradicen sin rubor. El espejo de este PSOE hace tiempo que ha renunciado a decir quién es el más guapo, más listo, más presidente y mejor secretario general del partido. Hace tiempo que dentro del PSOE de Sánchez rompieron los mecanismos de reflexividad para pensar cómo hacer mejor las cosas. Hace tiempo que abandonaron la ‘doctrina de Ramón Rubial’, aquello de "primero España, después el partido y luego cada uno". Pero todo cambia.

En el propio PSOE, en concreto en el de Aragón, son unos cuantos y unas cuantas quienes se sienten muy incómodos con lo que está pasando. Hay muchos socialistas aragoneses comprometidos con nuestra sociedad y defensores de la ‘doctrina Rubial’. Son buena gente, de quitarse el sombrero. Y precisamente hablando con alguno de ellos se detecta el mismo sentir que cuando se escucha al presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page. En privado están escandalizados con la amnistía, las cesiones y conchabanzas con el fugado Puigdemont, con los supremacistas de Junts, avergonzados de los pactos con los herederos de ETA y demás bildutarras. Estos socialistas de bien están comenzando a removerse. Son cuidadosos. Algunos tienen miedo, porque la sombra de Ferraz es alargada, pero no quieren esperar a que su partido se desmorone como en otras comunidades autónomas. Huele a post-sanchismo.

Toca salvar los muebles

Los resultados de las elecciones gallegas han llevado al PSOE de Sánchez ante un escenario crítico. Han perdido cinco diputados, se quedan en 9 escaños. El batacazo ha sido considerable. El PP volverá a gobernar con su mayoría absoluta, 40 escaños. Antes de que el cambio de ciclo se convierta en ciclón –Page ‘dixit’–, hace falta comenzar a salvar los muebles. No sólo para los apesebrados, en todos los puestos imaginables, más bien para quienes dan sentido a su agrupación política. El partido es la suma de voluntades de personas que apuestan por unas ideas, por un modo de hacer la sociedad. Eso va antes que la mera conquista del poder. De hecho, cuando la política sólo se concibe como el ejercicio del poder se cae en el error de Sánchez. Ha dejado a un lado el mobiliario ideológico –si alguna vez lo tuvo– para ir a lo que importa, como Koldo García y José Luis Ábalos. Tenían claro quién manda y para qué. Ahora tendremos que esperar a ver cómo termina. Mientras tanto, quizá ya no valga aquello de ‘carpe diem’.

Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Chaime Marcuello en HERALDO)

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