La natalidad en Aragón no sólo se mantiene en mínimos históricos, sino que continúa cayendo. Según los datos que ha publicado el INE, a lo largo de 2023 se registraron 8.585 alumbramientos, un 4,5% menos que el año anterior, cuando fueron 8.985, y que suponen una bajada del 26,38% en la última década. 

Revertir este acentuado declive demográfico es uno de los retos más ignorados por nuestros gobernantes y, al mismo tiempo, uno de los más graves que amenazan el futuro de la Comunidad y también de España.

Los datos advierten que la natalidad se ha desplomado en Aragón al mínimo histórico de los últimos cincuenta años. El hecho de que la pirámide de la población sea cada vez más débil obedece a una mezcla de factores. Entre ellos, la incertidumbre laboral y vital de muchos jóvenes, la difícil conciliación entre la vida familiar y la profesional, el papel de la mujer en la sociedad, la subida del coste de la vida, el envejecimiento de la población, la escasez de plazas públicas para la escolarización de 0 a 3 años… Hay, pues, razones culturales, económicas y sociales. Este acusado descenso de nacimientos pone sobre la mesa la necesidad de pactar y poner en marcha políticas más efectivas de ayuda a los jóvenes y a las familias.

El demográfico es uno de los grandes desafíos que tiene la sociedad aragonesa y, en general, casi todas las occidentales, porque no es sólo que nazcan menos niños, sino que también se vive más años. Este cambio conlleva toda una gran transformación social y económica que plantea retos en prácticamente todos los ámbitos: desde el sistema de pensiones hasta la escasez de mano de obra, pasando por la transformación de los servicios de salud y de cuidados, la necesidad de atraer inmigración o cambios en los modelos de familia y en los valores ciudadanos.