La atención ha pasado a ser un bien muy escaso. Gigantes tecnológicos, organizaciones varias o partidos políticos luchan a muerte porque el ciudadano se fije en ellos. 

El filósofo Byung-Chul Han denomina ‘capitalismo de la información’ a este modelo de control "que degrada a las personas a la condición de ganado consumidor", frente al "ganado laboral" del que habló Foucault al reflexionar sobre el capitalismo industrial. Está en juego mucha influencia y aún más dinero.

En esta desaforada carrera por captar la atención, ‘The New York Times’ se hacía eco el pasado fin de semana de una nueva moda que ya arrasa en Estados Unidos: telenovelas para ver en el móvil que duran un minuto. Se está popularizando un formato audiovisual que ofrece melodramas brevísimos para unas audiencias volátiles. Los espectadores pueden ver de forma gratuita decenas de episodios de un minuto de duración a través de plataformas como YouTube y TikTok; sin embargo, en algún momento deberán pagar o ver anuncios para desbloquear episodios posteriores.

Las tramas incluyen romance y venganza, los personajes son arquetípicos y los diálogos, sencillos. Son telenovelas tradicionales, pero elaboradas para la minúscula atención de la era de internet. Se trata de otra vuelta a la fórmula magistral de antaño: "Una novela de éxito debe tener un ambiente aristocrático, sexo, intriga y un toque religioso para darle profundidad". Un ejemplo jocoso de esta receta ya generó hace décadas un texto muy corto: "¡Dios mío! (toque religioso), dijo la marquesa (aristocracia), ¡estoy embarazada! (sexo). ¿Quién será el padre? (intriga)". Ahora la broma se convierte en negocio.

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