Toubkal, Merzouga

Toubkal, Merzouga
Toubkal, Merzouga
Heraldo

Nunca pensé que estaría en el desierto del Sáhara y que dormiría al lado de la Gran Duna de Merzouga. Ni tampoco imaginé estar en las faldas del Toubkal (4.167 m). De hecho, hasta que no llegamos a la localidad de Imlil (1.740 m) no tenía conciencia de dónde estaba la cumbre más alta del norte de África. 

No ha sido una parte del mundo que haya estado en mi mente. Como en tantas cosas, a poco que uno sale de su trozo descubre el océano de ignorancia en el que flota.

Mi amigo Pedro, previsor, organizado y buen gestor, como pocos conozco, se encargó de los detalles. Después de volar a Marrakech, alquilamos un coche y comenzamos el viaje. Nos tocaba trabajar intensamente para cumplir con el proyecto. En pocos días hicimos más de 1.500 km por un país y un paisaje impresionantes. De la gran ciudad (casi un millón de habitantes) llegamos hasta aldeas recónditas del desierto donde la población sobrevive como puede. En la primera parte, el bullicio urbano de la capital se iba alejando por la autovía con un tráfico intenso. Los primeros casi 50 kilómetros hasta Asni eran relativamente cómodos. Los 15 siguientes, la ruta era otra cosa: trazado sinuoso, estrecho y con abundantes baches. Los daños del terremoto de septiembre se constataban a simple vista. En el recorrido, se veían zonas y casas con destrozos enormes. Tuvo que ser terrible. La ayuda gubernamental brillaba por su ausencia. Sigue quedando mucho por hacer.

Marruecos está cambiando estructuralmente.
Las formas tradicionales de subsistencia están siendo sustituidas

Las diferencias eran considerables respecto del otro lado de la cordillera. Después de confundirnos de ruta, tomamos la N-9 y cruzamos el alto de Tichka (2.260 m), el más elevado del norte de África, por una carretera de montaña modernizada y con tráfico abundante que nos llevó hasta Ouarzazate, la puerta del desierto y el Hollywood de África. No tuvimos tiempo para entretenernos.

He de reconocer que para mí Marruecos era un territorio desconocido, como su sociedad. Antes de este contacto directo, sólo sabía decir que su monarquía constitucional funciona como una autocracia. Un sistema autoritario donde está claro quién manda. El rey (su familia y su red clientelar) explota y extrae lo que le da la gana aprovechando la condición de ‘comendador de los creyentes’. Su poder viene de la cuna, la dinastía alauí. Pero las cosas están cambiando. El futuro no será igual para su hijo Moulay Hassan (2003), príncipe heredero. Su imagen está presente por numerosos lugares. La maquinaria del poder está preparando su reinado, se perciben cambios estructurales. Las propias carreteras muestran lo que va a suceder.

Las mujeres van a transformar un país
lleno de niños y jóvenes que migran huyendo de la miseria y buscando un mejor futuro

En cierta forma tuve la sensación de revivir algunos aspectos de mi infancia. Al igual que en la sociedad española de los 60 y 70, se percibe la sustitución del mundo que fue por otro que está llegando. En esto interviene el (inter)cambio cultural provocado por el turismo, por las tecnologías, la televisión y sobre todo los móviles e internet. Las formas tradicionales de subsistencia están siendo sustituidas por dinámicas que arrasarán con prácticas aparentemente inamovibles. Entre ellas la vivencia social de la fe y la espiritualidad, la clara estratificación social junto con la separación radical entre hombres y mujeres. Apenas hablamos con unas pocas féminas, luchadoras y resistentes a la adversidad. Ellas, las más activas, van a cambiar un país lleno de niños y jóvenes que migran huyendo de la miseria. Hay mucho que ver y aprender. ‘As-salamu alaikum’.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Chaime Marcuello)

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