En plena oscuridad

En plena oscuridad
En plena oscuridad
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Me levanto a las cinco de la mañana después de dos horas dando vueltas en la cama. Soy de esas personas que duermen a ratos, casi nunca de un tirón. Los expertos recomiendan levantarse y hacer algo relajante, que en mi caso sería leer o cocinar. 

Pero cualquier cosa antes de las cinco sería de mala educación. Por eso paso el rato oyendo la radio y he aprendido a cambiar las pilas del transistor al tacto, en plena oscuridad, sin hacer ningún ruido. Me acuerdo entonces de George Clooney en ‘El americano’ montando y desmontando un arma con una habilidad pasmosa. Como sucedáneo de la lectura escucho a veces ‘Un libro en una hora’, por ejemplo ‘Crónica del alba’, de Ramón J. Sender, u otras obras menos conocidas. No es como leer el libro, pero me entretiene. Me acuerdo entonces de que es el cumpleaños de una querida amiga que está viajando por oriente desde hace dos meses. Calculo que en Singapur ya estará avanzado el día y le mando una felicitación por wasap. Está en Tailandia brindando con su marido. No deja de maravillarme que podamos comunicarnos con tanta facilidad y sentirme cerca de ella. No soy de las que se quejan de los avances tecnológicos, al contrario. Solo me quejo por ser demasiado vieja para asumir los constantes cambios a los que no me puedo adaptar. Tengo la sensación, a ratos más acusada, de estar quedándome atrás con mi transistor de pilas. El universo se expande cada vez más deprisa y mis pasos se van ralentizando. La falta de sueño continuado tiene nefastas consecuencias en la memoria, que deja de convertirse en apacible refugio. Y así, sin pasado ni futuro, solo queda agarrarse a la belleza de un luminoso instante.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Cristina Grande)

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