¿Nos podemos fiar de Europa?

¿Nos podemos fiar de Europa?
¿Nos podemos fiar de Europa?
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Perdida la confianza en la posible objetividad de nuestro Tribunal Constitucional a la hora de calificar la ley de amnistía, algunos analistas, comentaristas, tertulianos y exégetas españoles parecen estar trasladando sus expectativas hacia los órganos de la Justicia europea para que sean ellos quienes se ocupen de resolver definitivamente si la citada ley se ajusta al Estado de derecho y a las normas de la legalidad europea o, por el contrario, la estiman anticonstitucional y antieuropea, poniendo punto final en ese caso a un laborioso y estrambótico proceso de elaboración de una ley y frustrando las aspiraciones independentistas de un grupo de políticos catalanes, relegando a Carles Puigdemont a un permanente exilio en Waterloo.

Descartando, pues, aunque es probable que se plantee, el recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional, que podría declarar la constitucionalidad de la ley de amnistía, se abren las opciones europeas, especialmente la cuestión prejudicial ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), sin perjuicio de otro recurso de incumplimiento del reglamento de condicionalidad. Lo malo es que frente a todos estos recursos, la propia ley de amnistía dispone que "futuros recursos no tendrán efectos suspensivos", en un alarde de dudosa legalidad, al menos a mi juicio.

Toda esta maraña de recursos e interpretaciones hay que contextualizarla con los aspectos generales de las relaciones entre los estados miembros de la Unión Europea; con la misma situación en que se encuentra Europa, en un momento electoral y con cambio en su Parlamento, Comisión, etc.; en la trayectoria de evitar complicaciones y pronunciamientos que arrastra el funcionamiento de la Unión, entidad fuertemente burocratizada, pusilánime y muy poco intervencionista en lo que eufemísticamente llaman ‘asuntos internos’ de cada Estado para eludir tener que mojarse…

Se habla de la posibilidad de presentar diversos recursos ante las instituciones europeas para frenar la aplicación de la ley de amnistía, pero no está claro que la Unión vaya a implicarse a fondo en un asunto que considerará seguramente como ‘interno’

Algo de esto puede pasar con el trámite de la ley de amnistía en su caminar por los complejos e impredecibles vericuetos europeos. Para que al final, de una manera u otra, Europa se desentienda del caso español y nos devuelva el expediente para que tratemos de digerirlo aquí, como cosa nuestra y de la que nuestros colegas continentales se laven tranquilamente las manos.

Quisiera equivocarme y no tendré inconveniente alguno en aplaudir a Europa si decide entrar a fondo en todos o alguno de estos recursos, si es que se le presentan; pero me temo que esa entelequia anquilosada que es Europa, muy a nuestro pesar, tratará de pasar de puntillas. Porque me apena que el funcionariado europeo exprima sus meninges para hacer reglamentos sobre la curvatura que deben tener los pepinos, pero carezca de valor para encarar resoluciones que afectan a los valores esenciales de la democracia.

Por todo ello, yo no me fiaría mucho de Europa. Que además, y casi siempre, nos ha mirado de soslayo.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis de Arce)

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