'La metamorfosis' de Franz Kafka.
Retrato de uno de los grandes clásicos del siglo XX: Franz Kafka.
Archivo Heraldo.

En este 2024 se cumplen cien años de la muerte de Kafka. Cuánto nos cautivó en nuestra juventud. Leíamos ‘La metamorfosis’ o ‘El castillo’ y sentíamos una turbación como nunca habíamos experimentado antes. 

Esa mezcla de fantasía y realidad daba origen a una literatura existencialista, tan propia y singular que nos abría un mundo desconocido hasta entonces, extraño, en el que la angustia por lo absurdo de la propia existencia lo invadía todo. Apenas ningún escritor (Dante aparte, desde luego, con ‘dantesco’) ha logrado como él dar nombre a un término (‘kafkiano’) que sirva para definir las experiencias absurdas, mágicas, angustiosas o insólitas que él describió en sus libros. No hace falta decir que en mi único viaje a Praga obligué a toda la familia a seguir los pasos de Kafka. Visitamos su casa (casi una casa de muñecas pintada de azul celeste) en el famoso número 22 del Callejón de Oro, donde vivió con su hermana Ottla; y también la casa de su infancia, la conocida como ‘La casa del minuto’ con sus bellísimos esgrafiados renacentistas; los cafés que frecuentaba (el Savoy, el Louvre); y su tumba en la zona judía del cementerio nuevo. En la mejor librería de viejo de la ciudad vendían una carta autógrafa suya. Por lo que pudiera pasar, entré solo y le pedí a mi mujer que me esperara con los chicos en un café próximo. Esa incursión, como supongo que sucede con las visitas a los burdeles (fíjense que digo ‘supongo’), debía hacerla en privado. Pero no pasé de pedir precio. Para comprarla debería haber sido Enríquez Negreira cobrando del Barça.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Melero)

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