Por
  • Manuel Vilas

Informe PISA

'Papagayos'
Informe PISA
Pixabay

Elimina la inmovilidad prehistórica del sistema educativo y tendrás una enseñanza de calidad. La culpa de que la enseñanza pública española sea de baja calidad la tiene la escasa imaginación de los ministros de Educación que ha habido y de los que vendrán, que harán lo mismo que hicieron los otros. 

Si a mí me dejaran ejercer de ministro de Educación, en dos años cambiaba la enseñanza en España. No se trata de invertir más dinero (bueno, un poco más sí) sino de cambiar la actitud: pasar de la apatía al entusiasmo.

Si la enseñanza en España no funciona y los resultados de los estudiantes son desastrosos la culpa es del país mismo, de la falta de comprensión sociopolítica de quiénes somos y qué queremos como sociedad: no tenemos energía pedagógica.

Yo voy a proponer en este artículo tres medidas, que si se aplican cambian el panorama educativo español en dos años. Por supuesto, nadie me hará caso, pero al menos tú, lector, las escucharás.

Primera medida: clases con quince alumnos como máximo, este es el antibiótico de choque, y reducción de la jornada lectiva semanal del profesorado a 18 horas. Segunda medida: renovación de los claustros, rejuvenecimiento del profesorado. Los profesores tienen que ser gente de entre 25 y 50 años, o con el espíritu de esa edad. Se necesita entusiasmo y energía. La energía física y la alegría y el apasionamiento son los carburantes de la enseñanza. Si un profesor no está apasionado, no enseña nada.

Tercera medida: revisión anual de la condición de funcionario. Todo aquel profesor o profesora que no sepa sacar adelante a sus alumnos, que no sepa motivar a sus alumnos, que no sepa hacer felices a sus alumnos aprendiendo, tiene que dedicarse a otra cosa. La educación es vocación y no sirve cualquiera por el mero hecho de haber aprobado una oposición. Pero para llevar a cabo estas tres medidas se necesita creer en este país que se llama España; si no recuerdo mal creo que aún se llama así.

Una legión de profesores o profesoras apasionados pueden cambiar un país. Una legión de funcionarios entierran un país. Y hay una cuarta medida: la de la excelencia en el profesorado. Hay que reconocer al profesor excelente. A ese tipo de profesor que es capaz de cambiar a un estudiante, de transformar un chaval apático en un chaval apasionado de lo que sea, de la historia, de las matemáticas, de la química, del deporte. Y a ese profesor excelente hay que pagarle lo mismo que cobra un ministro o ministra de Educación. Hágase, y en dos años vemos los resultados. No se hará.

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