Con nosotros o contra nosotros

Con nosotros o contra nosotros
Con nosotros o contra nosotros
Heraldo

En el convulsivo debate político español se ha abierto paso en los últimos años el término ‘guerra cultural’, que aparece en intervenciones de dirigentes de partidos, titulares de prensa y tertulias audiovisuales. La guerra cultural está forjando sectarismos y trincheras. 

El término de guerra cultural fue acuñado en Estados Unidos en 1991 por el sociólogo James Davison Hunter. Transforma el espacio público en campo de batalla y está ensalzando la intolerancia y los prejuicios. Lo alucinante de las guerras culturales sería, pues, que todos somos soldados en ellas, a pesar de que muchos de nosotros ni siquiera nos demos cuenta de si estamos luchando en un bando u otro. En el caso de Estados Unidos, el aborto, la tenencia de armas, la inmigración, la eutanasia, la homosexualidad, etcétera. Ideólogos como Steve Bannon, asesor de Donald Trump, dicen que lo que está en juego es el alma de América.

La cuestión se convierte en un a favor o en contra, un con nosotros o contra nosotros. De Washington a París, de Estocolmo a Berlín, y hasta Australia, la inmigración está ocupando un lugar central, que no ocupaba desde hacía tiempo. La Unión Europea acaba de acordar, tras años de negociaciones, un pacto de migración y asilo. Nosotros estamos asistiendo a la cristalización de un conflicto, sobre la emigración, como consecuencia de una serie de circunstancias, pero lo que es evidente es que la cuestión que subyace es la identidad de la sociedad en su conjunto y la toma de posición en una disputa simbólica y muy polarizada.

Al crecer en Cataluña una ultraderecha que llama a expulsar a inmigrantes que reincidan en la delincuencia, Junts engancha la pancarta y la agita más fuerte

Junts per Catalunya negoció con el Gobierno central el traspaso de competencias en materia de inmigración. "Tenemos que ver en qué condiciones podemos echar a estas personas, inmigrantes en situación irregular que sean reincidentes", manifestó el secretario general de Junts, Jordi Turull.

Frente a un nacionalismo, llamémosle ecuménico, que vimos a la derecha catalana durante el ‘procés’, ahora se manifiesta con un sesgo identitario. Dos ejemplos nos han recordado periodistas con buena memoria para entender estas dos almas ‘convergentes’. Ya en 2001, la esposa de Jordi Pujol, Marta Ferrusola, quiso poner los puntos sobre las íes al respecto: "Tienen poca cosa, pero lo único que tienen son hijos (…) Las ayudas son para esa gente que no saben qué es Cataluña. Solo saben decir ‘dame de comer’. (…) Mi marido está cansado de dar viviendas sociales a magrebíes y gente así". ‘Casa nostra, casa vostra’ era el eslogan de la manifestación en la que ilustres posconvergentes (en febrero de 2017) mostraban ostentosamente su rechazo por la deplorable política respecto a los refugiados de la UE.

Parece evidente que el crecimiento electoral de la ultraderecha catalana (victoria en Ripoll, en el corazón de la ‘Cataluña catalana’ ha inquietado al partido de Carles Puigdemont. Junts permitió que gobernara la lista más votada y ahora parece que está acompasándose a los nuevos tiempos, un nuevo cambio de tercio del nacionalismo derechista. Al crecer en Cataluña una ultraderecha que llama a expulsar a inmigrantes que reincidan en la delincuencia, Junts engancha la pancarta y la agita más fuerte. De hecho, de cara a las elecciones municipales, ya hay alcaldes de Junts compitiendo contra Vox y Alianza Catalana, normalizando discursos islamófobos y relacionando sistemáticamente inmigración con pobreza e inseguridad. "España para los españoles", dicen unos. "Cataluña para los catalanes", dicen los otros.

De hecho, ya hay alcaldes de Junts relacionando inmigración con pobreza e inseguridad

No es nuevo este mensaje pues Vox ya lo había colado hasta nuestros oídos. Esta música xenófoba se está extendiendo por Europa. En realidad, no importa cómo de grande sea el problema de la inmigración, sino cómo de grande se percibe. Y la derecha radical es experta en culpar a la inmigración de cualquier agravio.

Tal vez, como consideran algunos periodistas, buenos conocedores de la realidad catalana, la disminución del ruido procesista, se compensaría con un refuerzo de sus grandes postulados, aquellos que les unen a fuerzas de extrema derecha y derecha populista internacional: más nacionalismo, más neoliberalismo en lo económico, mayor predominio de las tecnológicas, más vínculos con EE. UU. e Israel y cierre a la inmigración. Y que, por tanto, los vientos internacionales empujen a Junts todavía más en una dirección de guerra cultural.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Pilar de la Vega)

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