Jefe de Economía de HERALDO DE ARAGÓN

Cadenas de valor en riesgo

El tráfico de mercancías por barco, inseguro en momentos concretos, tiene consecuencias en Europa.
El tráfico de mercancías por barco, inseguro en momentos concretos, tiene consecuencias en Europa.
Heraldo

En un mundo ideal, la globalización beneficiaría a todos los que participan en ella. Los intercambios comerciales han enriquecido siempre a sociedades enteras, favorecidos a lo largo de los años por la mejora de las infraestructuras de comunicación de todo tipo. La actividad económica ha podido ganar eficiencia gracias al más ágil funcionamiento de las cadenas de valor de las empresas, que han ahorrado en almacenaje (‘stock’) recibiendo material de todas las partes del mundo de un modo más o menos ordenado.

En la industria, el sistema ‘just in time’, tan ampliamente empleado en la fabricación de automóviles, se ha apoyado en la globalización para que los componentes de los proveedores llegaran justo a tiempo de ser incorporados al ensamblaje de vehículos. El ahorro de tiempo, dinero y espacio ha permitido a las empresas ser más competitivas, pero también las ha hecho más vulnerables. Una huelga en un suministrador, un accidente en el transporte de componentes o el bloqueo de alguna ruta que lleve material a destino puede paralizar la producción.

En estos últimos años han surgido ‘cisnes negros’, hechos inesperados, que han desestabilizado las cadenas de suministro. El desajuste en el tráfico de mercancías causado por la pandemia de la covid-19, que paralizó la actividad en unos países en diferentes momentos que en otros, frenó casi de golpe la llegada a Europa de chips fabricados en Asia. Eso se tradujo en la suspensión de la producción de automóviles, de electrodomésticos y de otros productos de modo intermitente. Grandes fabricantes presentaron expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) para regular su actividad laboral, lo que obligó a sus proveedores locales a hacer lo mismo.

La invasión rusa de Ucrania, el bloqueo del canal de Suez por el barco ‘Evergiven’ y ahora el conflicto del mar Rojo, causado por los cambios de rutas de las navieras amenazadas por los ataques de los hutíes de Yemen, aliados de Hamás, han demostrado que la excesiva dependencia industrial del exterior puede ser peligrosa. Las pérdidas económicas podrían acabar siendo superiores a los ahorros previstos.

Como consecuencia de las crisis anteriores, no pocos expertos han alzado la voz de un tiempo para acá para sugerir la relocalización de producción que se había desplazado a China porque allí los costes eran más baratos (el caso más evidente fue el de las mascarillas, tan utilizadas en la pandemia). En el ámbito tecnológico, en Europa se ha apostado por incentivar la instalación de fábricas concediendo ayudas a quienes decidan invertir en el sector. El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España ha sacado adelante un Perte específico de microeléctrica y semiconductores con cerca de 12.000 millones de euros en ayudas.

No hay que renegar de la globalización, puntualizan hoy los expertos, pero quizás hay que ser más selectivos. El reto de la tecnología obliga a estar pendientes de lo que se hace en Asia, pero también en Estados Unidos o Canadá y en los países europeos más punteros, siempre pensando en la sostenibilidad. Por otro lado, y sin olvidar que la relocalización de producción a sitios más cercanos será siempre muy útil, hay que ser selectivos en las relaciones comerciales. Estructurar las cadenas de valor teniendo en cuenta el componente geoestratégicos. Eso sí, sin olvidar que la flexibilidad será siempre una fortaleza.

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