Polarizado y de derechas

Polarizado y de derechas
Polarizado y de derechas
Heraldo

La semana pasada compartí una cena con unos colegas universitarios. Se nos pasó el rato en un santiamén. Fue un placer y un lujo, no tanto por el menú, sino por la compañía y la conversación. Nuestro invitado había impartido una auténtica lección magistral. Impresionante. En el paseo hasta el restaurante y después en la mesa, seguimos aprendiendo. 

Disfrutamos de su conocimiento, su capacidad de análisis, de reflexión y de comunicación. Contrastando y debatiendo, hubo tiempo para entrar en temas variopintos. Ahí, por curiosidad, planteé una duda ‘ingenua’: ¿cómo es posible que personas inteligentes y buenas voten a Sánchez?

La pregunta tuvo su efecto inmediato. Tenían claro, primero, que es lo más inteligente que se puede votar. Porque, segundo, es el único modo de parar la amenaza de la ultraderecha. Tercero, me hicieron ver que tengo una ‘fijación’ con Sánchez, con el PSOE y que, con las cosas que escribo, contribuyo "al argumentario y el relato de la prensa de derechas". Cuarto, insistieron que mi crítica al PSOE de Sánchez es hacer el caldo gordo a Feijóo y, por extensión, al ‘monstruo’ de Abascal. Y, además, quinto, tengo que aclarar con quién estoy. La arena política se divide en izquierda y derecha, quien duda de ello, aunque no lo sepa, es de derechas. Mi sugerencia de que esta dicotomía no sirve para explicar nuestra época, me aclararon, confirma la regla. Resucitaron a Karl Marx para aclarar mi alienación y observé cuán rápido se reconoce el error ajeno.

En los debates sobre la actualidad política a todos nos resulta difícil salirnos de nuestro propio surco

En el fragor de la conversación, constaté lo difícil que es salir del surco, cada uno del suyo y yo del mío. Una vez que se pone la aguja en el vinilo, con las correspondientes revoluciones por minuto, sólo cabe bajar o subir el volumen. Eso sí, después de tanto escuchar la misma grabación, se convierte en trinchera. No se cambia de LP, ni de canción y menos se quiere escuchar distintas músicas. Los datos, los olvidos y la memoria se usan según conviene. Y se explica el mundo encajando las contradicciones dentro del marco particular. Las dudas se dejan bajo la alfombra y, ante la mínima vulnerabilidad argumental, prietas las filas.

En este caso, para mis colegas la memoria histórica no se aplica con ETA ni Bildu. El pasado franquista da carta blanca a cualquier antifranquista. Las trampas del PP justifican las del PSOE. Las mentiras de Aznar, de Rajoy y compañía son comodines permanentes. La corrupción del PP limpia la del PSOE. Los jueces y fiscales valen si no son de ‘derechas’. La crítica, aunque sea constructiva, no se acepta si no es para que no gobiernen los otros. La política se resume en conseguir el poder y en gobernar. Corolario, siempre deben mandar los buenos, o sea, los ‘nuestros’ o los que piensan como los nuestros.

Los datos y la memoria se utilizan de manera selectiva,
barriendo para casa. Y si los argumentos fallan, prietas las filas

Pese a todo, disfruté. Comparto una idea que después hemos intercambiado por correo electrónico: "los problemas de nuestro sistema político no se reducen a la figura de Sánchez, ¡ojalá fuera tan sencillo! Ni a miradas que, a la postre, alimentan el rechazo o el odio a Sánchez y la polarización, sin ir más allá". Tengo que pensar si con lo que he escrito "más que explicaciones del problema, son parte del problema mismo de nuestra maltrecha esfera pública". No sé si ese diagnóstico es acertado. De Aurelio Viñas aprendí que hay que arriesgarse a poner el dedo en la llaga y a moverse al filo de las ideas. Los tiempos que vivimos, pese a los cambios tecnológicos, sociales, económicos, culturales… en lo esencial repiten las viejas inercias humanas. Quienes consiguen el poder quieren mantenerlo. Rara vez se ejerce para servir a la comunidad. La idea de bien común se utiliza como maquillaje y lo que cuenta es el interés particular. Los asuntos de gobierno se gestionan para retener el mando a corto plazo. La deliberación ‘técnica’ se sustituye por la razón de partido. Y se deja de escuchar otras voces y atender otras miradas.

Por cierto, en Aragón, en nuestro país, hemos tenido de todo. Ahora toca la alianza del PP de Jorge Azcón con la ‘troupe’ de Vox. De momento, el cuento catalán tapa su gestión. Pero ya han enseñado la patita. Se equivocan con la política lingüística y la cultural, así como con la cooperación al desarrollo. El plan Pirineos parte de un diagnóstico obsoleto. Esperemos que acierten. Ojalá gobiernen mejor que Lambán. Está por ver.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Chaime Marcuello)

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