Peleles y piñatas

Vista de las obras 'El quitasol' (izquierda), 'El pelele' (centro) y 'La novidalla' (derecha), en la exposición de Jerusalén.
'El pelele' de Goya
EFE.

Es una obviedad recordar la dimensión inagotable de don Francisco de Goya, una obviedad que es reconocible en la fascinación que ofrece volver sobre él y sobre su obra con la seguridad de encontrar nuevas miradas. 

Algunos expertos, por ejemplo, han visto en uno de sus famosos cartones para tapices, llamado ‘El pelele’, un reflejo de la incertidumbre política del momento en que se pintó, en torno a 1791-92. La imagen del muñeco de un hombre manteado por cuatro mujeres, además de la evidente modernidad del mensaje, coincidió con la salida de sus puestos, en plena Revolución francesa, de las grandes figuras de aquel momento, desde el conde de Aranda a Cabarrús, Jovellanos, Campomanes o Floridablanca. ¿Quiso Goya, siempre atento a su tiempo, expresar esa inestabilidad o se limitó a recrear una inocente escena campestre?

Resultaría curioso comparar las vicisitudes de aquel pelele goyesco y festivo con el muñeco de Sánchez que recientemente sirvió como piñata al gentío desaforado ante la sede socialista de Ferraz. El espectáculo, habitual con distintos protagonistas en la política española e internacional, no deja de resultar ruin. Lo han sido también, hay que recordarlo, escraches y otras formas de protesta en los que se flirtea con la violencia, aunque esta no llegue a traspasar lo simbólico. Lo significativo ahora está en la sobreactuación del PSOE, involucrando a la Fiscalía en un incidente que, aunque reprochable, no parece tener consistencia como delito de odio. Podría sorprender esta sensibilidad en un partido que ha tenido en sus filas a responsables de actos similares sino fuera porque responde a la misma y exitosa estrategia polarizadora que explica, en última instancia, el resultado de las últimas elecciones generales.

Lo que cuesta comprender es que aquellos que exhiben su irritación con la ya célebre piñata acojan sin mover un músculo –acaso una leve sonrisa de patético triunfo entre la tropa de peleles y macarras del sanchismo– el indigno vapuleo al que ni siquiera el independentismo catalán, sino un prófugo de la Justicia, está sometiendo al presidente del Gobierno de España, que lo es, aun a pesar suyo, por encima de ideologías y opiniones.

¿Qué podría pintar hoy Goya en medio de este paisaje?

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Alejandro E. Orús)

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