Por
  • Eva Cosculluela

Simples amenazas

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Simples amenazas
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Empiezo el año enfadada, indignada, estupefacta por una información publicada hace unos días en este periódico. Un tribunal de la Audiencia Provincial decidió que un hombre no tuvo "intención de matar a su exmujer cuando se abalanzó sobre ella armado con un cuchillo jamonero que clavó en la pared, cerca de su cuello, gracias a que ella esquivó el ataque". 

La mujer llevaba un bebé en brazos. Su otro hijo de diez años lo presenció todo. El artículo, firmado por la periodista Marta Garú, continúa desgranando las veces en las que él le decía que la iba a matar.

En la sentencia, los magistrados concluyeron que el agresor no tenía intención de matar a su exmujer, sino de amenazarla. Pero él no hizo un gesto para asustarla, no se quedó a medio camino, no paró cerca: clavó su cuchillo en la pared. Si ella no hubiera logrado esquivar el ataque, ahora estaría muerta. Si la hubiera paralizado el miedo, si no se hubiera movido lo suficiente, si su bebé se lo hubiera impedido, repito, ahora estaría muerta.

Estoy segura de que los magistrados habrán aplicado rigurosamente la ley. Pero qué quieren que les diga: me cuesta mucho entender que una ley este redactada de forma que pueda interpretarse de tal modo —atenuantes aparte— y me pregunto qué habría tenido que pasar ese horrible día para que quedara clara la voluntad del agresor. "Mi marido me pega lo normal, pero esta vez se ha pasado", dijo una mujer en 1988 cuando llegó magullada a la consulta de un forense. Quizás esta sea la versión actualizada de aquello.

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