Líneas rojas

Líneas rojas
Líneas rojas
Krisis'24

Hablar de líneas rojas se está convirtiendo en la expresión de moda en el debate político español. Su significado es límite o frontera infranqueable a partir del cual la posibilidad de negociación o compromiso es imposible. 

¿Por qué líneas rojas y no azules o verdes? ¿El rojo tiene algo que ver con el color de lo prohibido, como la luz roja del semáforo? Para nada. ‘La delgada línea roja’ es una frase acuñada en el Ejército británico y que se utilizó en la Guerra de Crimea. La expresión vio la luz el 25 de octubre de 1854, cuando 500 hombres de un regimiento de ‘highlander’ escoceses formaron una línea de tiradores y consiguieron parar a 2.500 soldados de la caballería rusa. ‘La delgada línea roja’ (‘the thin red line’) adoptó su nombre por la casaca de ese color que vestían dichos militares. En 1879, las tropas británicas volverían a utilizar la delgada línea roja en las guerras zulúes que tuvieron lugar en Sudáfrica. La línea roja, en este sentido, comenzó a tener el significado de la última frontera del poder británico.

En la política española las principales fuerzas políticas están traspasando límites
que los contrarios consideran líneas rojas

Hoy en nuestro país esta expresión la entendemos como separación de lo coherente con lo irracional, e incluso, como insulto a la ciudadanía y a la democracia. Quienes pasan esta línea roja de la verdad se suelen escudar en el insulto, la falacia y la crispación.

España cierra un 2023 de alta tensión política en el que dos elecciones han colocado a los partidos políticos en la necesidad de recurrir a pactos inéditos para acceder al poder autonómico y central. Y escuchamos peticiones y líneas rojas que desde unos y otros partidos se van marcando. Algunos ejemplos recientes podemos citar. En nuestra Comunidad el portavoz socialista considera que el presidente ha aceptado en los Presupuestos, recientemente aprobados, el relato de Vox aceptando la violencia intrafamiliar frente a la violencia de género. "Señalando que este tema fue una línea roja y hoy ya es una línea de vergüenza". Como también lo es, y por tanto se considera inmoral por el PP, que Pedro Sánchez haya permitido que, por primera vez, los socialistas apoyen a un alcalde de EH Bildu en Pamplona.

Pero fue sin duda la investidura de Pedro Sánchez el detonante de cómo se traspasaron las llamadas líneas rojas en la normalización de relaciones con fuerzas políticas que habían estado fuera del abanico de los pactos en el Congreso. Como consecuencia de ello se ha acelerado una tendencia a la separación en bloques ideológicos que, con peligrosa naturalidad, está degenerando en una deslegitimación del contrario. En este contexto debemos contextualizar las palabras del jefe del Estado en su discurso de Navidad. Al llamar al respeto a la ley de leyes es porque considera que sus valores de unidad y voluntad de entendimiento están en cuestión. Por eso el Rey marcó como línea roja la Constitución, no como significante vacío para la refriega partidista, sino para la aplicación de sus valores.

Los acuerdos entre Sánchez y los
independentistas apuntan a la configuración de un espacio plurinacional

No podemos ni debemos olvidar que al leer los acuerdos entre el PSOE y los cuatro partidos secesionistas vascos y catalanes descubrimos que se está configurando un espacio plurinacional. Ahora bien, se está configurando al margen, en pactos de carácter privado de los partidos políticos y que carecen, por tanto, de un sustento constitucional. Quedan a la espera de que los trasladen a sus respectivos ámbitos de poder. Y yo me pregunto si se trata de cambiar el modelo autonómico, ¿qué se prevé?, ¿federal o confederal? ¿O más bien estamos ante un modelo de un posible juego a tres, España, País Vasco y Cataluña, que se relacionan a modo de necesidad táctica en los apoyos mutuos de la izquierda y los secesionismos?

Es evidente que traspasar líneas rojas es como si el quehacer de los actores políticos se ubicara en un territorio inexplorado, lo cual implica riesgos. Sánchez se la ha jugado, pero todavía no sabemos si los ciudadanos, como árbitros, se lo van a penalizar. O tal vez comparten la opinión de Javier Cercas: "En fin, no queda más remedio que afrontarlo: tenemos una clase política cínica, irresponsable y envenenada por el poder, que no trabaja para unirnos sino para separarnos, que considera el engaño un instrumento legítimo, y pueril la mínima exigencia ética. Hemos tocado fondo". Me encuentro entre los ciudadanos que piensan que serán los hechos más que las palabras los que dejarán a cada cual en su sitio.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Pilar de la Vega)

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