Cabe prever que el año que comienza será difícil en España, y también por tanto en Aragón, lo mismo en el ámbito político que en el económico. 

Pero hay que encararlo con confianza, pues la sociedad española, como la aragonesa, guarda grandes reservas de sentido común, de serenidad, de creatividad y capacidad de trabajo, y predomina en ella una clara voluntad de convivencia y de trabajar juntos para superar las dificultades y mejorar en todos los órdenes. Depende de todos nosotros que esa voluntad supere los problemas económicos e impere por encima de los enfrentamientos.

En lo económico, las previsiones apuntan hacia una desaceleración del crecimiento y de la creación de puestos de trabajo. A lo que se añaden las incertidumbres que aportan los acontecimientos internacionales, con las guerras de Ucrania y Gaza, las tensiones entre Estados Unidos y China y la tendencia a revertir la globalización. Es el momento, pues, de una política económica prudente, que tenga entre sus prioridades la reducción de los desequilibrios controlando el déficit público y la deuda, y creando el ambiente adecuado para que evolucione un tejido empresarial que es el impulsor de la creación de riqueza. En lo político, inquietan a muchos españoles, y es inevitable, los pactos que han puesto en gran medida al Gobierno de España en dependencia de fuerzas políticas contrarias a la Constitución y a la unidad nacional. Pactos que contrastan con la incapacidad que los principales partidos constitucionalistas, el PSOE y el PP, vienen mostrando para entenderse en las cuestiones de Estado. Pero vivimos en democracia y la voluntad de la inmensa mayoría de convivir en libertad a la larga prevalecerá. Para ello hay que mantener con firmeza y con serenidad, apelando a la razón y a la concordia, la defensa de un marco constitucional que es la garantía indispensable para el ejercicio de los derechos de todos los ciudadanos.