Días para hacer balance y pensar

El año 2024 puede ser complicado para la economía española.
El año 2024 puede ser complicado para la economía española.
Europa Press

Estos días finales del año que se entrelazan con los balbuceos primerizos del que empieza se prestan a hacer eso que llaman el balance, que, por una parte, pretende hacer un resumen de lo que ha sido el año que se fue, y por otra intenta una prospección de lo que se espera que vaya a ocurrir en el nuevo año que se estrena. Así que se ponen en marcha y se publican toda clase de especulaciones o adivinanzas de augures, arúspices, adivinadores, agoreros, analistas y echacartas que pretenden describir lo que nos espera en el año entrante, muchas veces sin ponerse a estudiar qué y por qué nos ha ocurrido lo que ha pasado en el año que se va; aunque es cierto que debe importarnos más lo que viene que lo que ya ha quedado atrás.

Uno de los campos preferidos de los profetas del catastrofismo, como algunos tildan a quienes se dedican a estas especulaciones con más o menos fundamento, es el de la economía, mucho más importante a mi juicio que pronosticar acerca de sonadas separaciones, bodorrios de la aristocracia rosa o desgracias naturales apocalípticas.

Así que yo me voy a atrever también a opinar sobre lo que creo que nos espera en los próximos meses, en los que para empezar las condiciones generales de vida se van a endurecer como consecuencia de que un ciclo de estabilidad -forzada o no, que eso es otra cosa- se va a terminar. Hemos disfrutado de una felicidad provisional y ficticia, financiada por una deuda de enormes dimensiones y de la que va ser ya difícil y desde luego muy costoso seguir tirando; el gasto alegre y confiado nos sitúa en índices de incumplimiento con los parámetros europeos respecto al déficit; sobre ambas situaciones ya estamos siendo advertidos por la Unión Europea, que nos conmina a entrar en una senda de mayor cumplimiento, lo que va a exigir, llámenlo como quieran, recortes, ajustes o reequilibrios. Dios aprieta, pero no ahoga; tampoco Europa está en condiciones de ahogar y me parece que ni siquiera está muy capacitada para apretar, por lo que sus medidas, entiendo, no van a ser draconianas, pero sí lo suficientemente exigentes para que nos afecten. Y va a depender de ese grado de afección el rumbo que tome nuestra economía. Todo lo que implique restricciones al sector productivo y el subsiguiente aumento del paro, cuyo seguimiento va a ser ahora muy importante, pondrá en marcha un proceso de recesión. Por ello, el refuerzo y el apoyo a las empresas va a ser algo prioritario en la política económica que se lleve a cabo, y no sé si el Gobierno está precisamente en esa línea. La destrucción de empleo llevaría a una caída de la demanda, a una menor recaudación y a una crisis generalizada con imprevisibles consecuencias también en la estabilidad social.

Quiero equivocarme, pero tengo la impresión de que el año 24 de este siglo va a ser difícil y complicado. Una economía compleja como la española no puede vivir indefinidamente de la subvención; ha de ser capaz de crear un PIB potente, y eso lo hacen las empresas, esa industria de la que carecemos y que además se quiere ir del país por sentirse maltratada.

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