Por
  • Víctor Juan

La memoria y el deseo

El reloj que marcará el comienzo del nuevo año.
El reloj que marcará el comienzo del nuevo año.
Fernando Alvarado / Efe

Estos últimos días de cada año no podemos evitar hacer balance de lo que hemos hecho, de lo que queríamos hacer y finalmente no hicimos, de los momentos de felicidad que de vez en cuando nos han iluminado, del sabor amargo del fracaso, del dolor, de la alegría, de las pérdidas y de los reencuentros, de los amigos nuevos y de las veces que, sin merecerlo, nos han perdonado. 

No se trata de llevar la cuenta de las lágrimas, de las risas, de las horas que se nos han pasado sin sentir, pero conviene recordar los paisajes por los que hemos transitado, las luces y las sombras, el aroma de los días y los oasis de palabras protectoras en los que hemos encontrado amparo, mientras tras los cristales llovía esa tristeza que siempre se presenta cuando menos la esperamos. En ese particular inventario no hay que olvidar el mapa de los caminos de ida y vuelta que dibujamos con nuestros besos al peregrinar en la piel de la persona que amamos. Estos últimos días de cada año son un tiempo propicio para la memoria. También son días de desear, de querer ser, de hacer planes, de renovar las ilusiones, de encontrar razones para seguir soñando, de alimentar la esperanza, de querer ser mejores, de formular compromisos secretos con nosotros mismos, de declaraciones de principios, de incertidumbre y emoción ante lo nuevo y de armisticios para poder mirar hacia adelante con ojos limpios. Nos esperan los días crujientes como un pan recién hecho del que será -así lo quiero- el mejor año de nuestras vidas. Bienvenidos sean sus noches y sus días.

Víctor Juan es director del Museo Pedagógico de Aragón

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