Por
  • Rafael López Guarga

Garantizar el agua necesaria, sí; solidaridad, también

El pantano de Sau, uno de los que abastece a Barcelona.
El pantano de Sau, uno de los que abastece a Barcelona.
Siu Wu / Efe

En fechas recientes, tres colegios profesionales de Cataluña, ingenieros agrónomos, ingenieros industriales y economistas y la Demarcación en Cataluña del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, hicieron una propuesta con amplio eco en los medios de comunicación catalanes que se puede resumir en: “los ingenieros y economistas proponen conectar las redes de agua de Barcelona con las del Ebro”, es decir “interconectar las grandes redes de suministro de Cataluña para optimizar los recursos”. 

En este sentido ya tuvo lugar un manifiesto en marzo de este año con motivo del Día Mundial del Agua. Ante este artículo, con el acuerdo de la Junta Rectora, la Demarcación de Aragón del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos considera que debe manifestarse y lo hace en este sentido:

El principio de unidad de cuenca hidrográfica es el pilar básico de la gestión del agua en nuestro país y también de la legislación internacional en esta materia. Esto quiere decir, que la cuenca hidrográfica fluvial, junto a la zona costera asociada a su desembocadura, es el territorio en el que encuadrar la planificación y la gestión del agua.

La planificación hidrológica es un instrumento de gestión de cada cuenca hidrográfica con objetivos que evolucionan según la época y la sociedad, y que, en esencia, tiene por objeto la gestión racional y sostenible del agua, así como el mantenimiento del buen estado de las masas de agua. Garantizar el suministro para el abastecimiento de la población, para los regadíos, para la generación de energía eléctrica y usos industriales, entre otros, y mantener el caudal ecológico requiere del análisis pormenorizado de los recursos hídricos existentes en el ámbito geográfico de la cuenca -aguas superficiales y subterráneas- y de las mejores técnicas disponibles para incrementar la disponibilidad hídrica, sobre todo, en épocas de sequía.

De la propuesta y manifiesto anteriormente citados, se resumen perfectamente cinco de las medidas que actualmente forman parte de cualquier plan hidrológico de cuenca: uso eficiente y ahorro, agua regenerada, agua desalada, uso conjunto de aguas subterráneas e interconexión de redes.

Faltaría mencionar, por su gran relevancia histórica y actual, la regulación de las aguas superficiales mediante presas y balsas; recordemos que sin ellas el recurso disponible sería cuatro veces inferior al que tenemos actualmente, por lo que son absolutamente relevantes en nuestro día a día.

El abastecimiento a la población es el uso prioritario de acuerdo con la prelación de usos según la normativa actual, pero derivar aguas de unas cuencas hidrográficas a otras requiere de estudios técnicos y sobre todo de una planificación hidrológica nacional. De hecho, La Ley 10/2001, del Plan Hidrológico Nacional, tenía por objetivo cumplir el artículo 45.2 de la Constitución Española que establece que “los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable solidaridad colectiva”. Este Plan defendía la preferencia de la región de procedencia del agua, pero también preveía los trasvases necesarios del agua excedente a donde escaseaba.

En cuanto a la cuenca del Ebro, el artículo 16, por el criterio de preferencia prescribía lo siguiente: “No se efectuará ninguna derivación mientras no circule por el río un caudal superior al mínimo ambiental más el correspondiente a las concesiones. Los embalses y sistemas hidráulicos de la cuenca del Ebro no se verán obligados a efectuar ningún desembalse con destino a favorecer los trasvases desde el Bajo Ebro”.

Como es sabido, la regulación mediante embalses en la cuenca del Ebro es baja en comparación con otras cuencas hidrográficas, ya que sólo se regula entorno al 50 % de su aportación natural anual, aspecto que mejorará con presas como el Cañón de Santolea, Yesa, Enciso, Mularroya y Almudévar. No obstante, el Plan tenía prevista la construcción de más de 30 embalses para garantizar la demanda aumentando la regulación.

Deben ponerse sobre la mesa todas las alternativas posibles, incluyendo, desde luego, la construcción de las obras hidráulicas que demanda el conjunto del país, basadas en un plan a largo plazo en un marco jurídico estable. Téngase en cuenta que el proceso de planificación, proyecto, expropiación y construcción de una obra hidráulica -embalse, canal, desaladora, etcétera- puede durar más de diez años.

Sin los resultados de la política hidráulica de España, en la que los embalses son pieza clave, el nuestro sería un país muy distinto al que conocemos, con menor población, turismo, actividad económica, sistema eléctrico deficiente y mayor pobreza. Pese a esto, y con la conciencia actual sobre el impacto del cambio climático en nuestro día a día, nos seguimos encontrando sin un plan nacional actualizado, obras que se retrasan sine die y con muchas dificultades para llevarlas a cabo por su coste, por su evaluación ambiental y por las afecciones sociales que genera.

En resumen, desde la demarcación de Aragón del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos abogamos por recuperar una planificación hidrológica nacional que considere las restricciones ambientales, los usos y garantías actuales en la cuenca del Ebro, y que evalúe el suministro de agua a las distintas poblaciones con necesidades que se hallen fuera de la cuenca, entre ellas Barcelona, siendo en todos estos aspectos los ingenieros de Caminos, Canales y Puertos el personal competente y cualificado para realizar esta labor.

Lo que está claro es que cualquier medida que se decida ejecutar para reducir los déficits estructurales o coyunturales hídricos, requiere de estudios que incorporen distintas alternativas y medidas para resolver los problemas que se plantean para el conjunto de la población afectada; pero una vez elegido el conjunto de soluciones, hay que apostar por ellas hasta el final; demorar su ejecución nos empobrece y desgasta en discusiones estériles.

Rafael López Guarga es decano de la Demarcación de Aragón del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos

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