Por
  • C. Peribáñez

Un viaje a lo insólito

Dos de las estampas que pudieron verse en 2004.
Dos de las estampas que pudieron verse en 2004.
Heraldo

Cogimos el coche dispuestos a una visita fugaz. Teníamos que llegar (más bien, tocar chufa), ver media docena de exposiciones y, después, regresar a la redacción porque dos páginas del periódico nos estaban esperando y no queríamos coquetear con la siempre desafiante hora de cierre. Corría el año 2004 y yo era poco más que un becario boquiabierto tanto por lo que empezaba a descubrir en la Diputación Provincial o en el antiguo cuartel de La Merced, como por la destreza de mi compañera, Ana Usieto, capaz de anotar y reseñar todo con brillantez y al instante. El tema de aquel año era ‘Mundo raro’ y ante nuestros ojos desfilaban viñetas ‘freaks’ y maridajes imposibles en los que se entremezclaban Goya, Víctor Mira, Yasumasa Morimura y Robbie Williams.

"Periferias nos regala un espejo deformante. Sus exposiciones arrojan imágenes monstruosas, que ahondan en lo raro, lo bizarro y la hetorodoxia. Si reconocemos nuestro entorno cotidiano por lo que vemos a diario, detener la mirada en las seis muestras en las que el festival despliega su ‘mundo raro’ puede tener efectos fatales. Periferias contamina la mirada. ¡Menos mal!". Esta fue la entradilla de aquel reportaje, que anticipaba lo que iba a convertirse en un emblema cultural que atraería, con el paso de los años a artistas como Enrique Morente, Niño de Elche, Anthony and The Johnson o los componentes originales de The Sugarhill Gang.

Recuerdo que aquella tarde volvimos en el coche con una sensación de sana envidia. La vanguardia, el hedonismo y la modernidad estaban tan sólo a 70 kilómetros de casa.

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