Por
  • Eva Pérez Sorribes

Diana te llama

Diana te llama
Diana te llama
Pixabay

La ficción siempre anticipa la realidad y luego ésta acaba superándola. A mediados de los 90, una película me sacudió en la penumbra del cine Verdi de Barcelona. Se titulaba ‘Diana te llama’ y transcurría entre las conversaciones cruzadas de un grupo de amigos a través de sus móviles. 

Entonces, esta tecnología apenas asomaba en la vida de nadie, pero el film anticipaba lo que vendría después. Hoy, el abuso del teléfono y las redes están detrás de muchos de los males de este siglo. Lo constatan los psiquiatras infanto-juveniles y dos estudios que hemos conocido en Aragón esta semana: la encuesta sobre la salud mental de nuestros universitarios y el observatorio de la convivencia escolar. Aumentan las ideaciones suicidas (135 desde que empezó el curso), suben los acosos (81) y los trastornos alimentarios (32% más) y baja la edad de padecerlos. Y la puerta a esa habitación oscura la llevamos en el bolsillo cada vez desde edades más tempranas. Las pantallas modifican desarrollos neuronales lo mismo que adormecen la concentración y la imaginación. Conectan a la vez que aíslan, y esto se traduce ya a las costumbres. "No me llames y mándame un ‘was’" prefieren los adolescentes, que hablan sin cruzarse enviándose audios. Tanto el Gobierno de Aragón como el de España han propuesto esta semana restringir el uso de móviles en la educación, pero también deberíamos hacerlo en las casas, empezando por los padres. En ‘Diana te llama’, a sus protagonistas se les pasan el metraje y la vida sin verse ni cruzarse a pesar de su permanente conexión. Y esto no es ni mucho menos lo peor. Otra vez la ficción se queda corta.

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