Por
  • C. Peribáñez

Consuelo de tontos

Consuelo de tontos
Consuelo de tontos
Pixabay

Pensamos que es un mal exclusivo de nuestra ciudad, pero en todos los sitios cuecen habas... Tengo amigos en Barcelona que se han cansado de ver cómo cada comercio centenario que cerraba se convertía en una galería de arte minimalista. 

En Berlín me cuentan que numerosos talleres y almacenes tradicionales, de aquellos que se cobijaban bajo los túneles tranviarios, se han reconvertido en repetitivas discotecas de música tecno. Las unas son clones de las otras. No hay nada que las singularice. 

En Madrid la denuncia más extendida es por la eclosión de los hoteles ‘boutique’ híperexclusivos, a los que sólo pueden acceder turistas de lustrosa billetera. No se trata ya solo de un problema de gentrificación, sino que el más triste ‘inri’ lo ponen los vecinos del entorno, que nunca conocerán la reforma de tal o cual palacete decimonónico enraizado en su barrio. 

Oigan, cero sorpresas, es seguro que la reforma ha abusado de vidrios y espejos, de acero corten y de decoración de vanguardia. Si no abren un ‘ramen’ en el local de la esquina ni bien ni mal...

En Zaragoza tengo la impresión de que se inauguran dos o tres hamburgueserías por semana. Unas con la carne chafada, otras con forma de albóndiga, otras picantes y unas cuartas, mecidas en un maremágnum de patatas, bacon y queso. ¿No estaremos abriendo ‘burgers’ por encima de nuestras posibilidades? ¿Hay cama, demanda y carne de vacuno para tanta gente? ¿No es ésta una extraña forma de hacer trinar a los veganos? Ya les digo, sucede en las mejores casas, pero también es cierto aquello de "mal de muchos, consuelo de tontos".

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por C. Peribáñez)

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