Bendita Benditera

Bendita Benditera
Bendita Benditera
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Hemos comprobado que Pedro Sánchez —como apuntó en su día Víctor Orcástegui—, se ha tragado para contentar a los independentistas, "una charca completa llena de batracios, de lodo y hasta con su salsa de paramecios. Y sin un mohín de asco". Habrá que ver cómo digiere semejante atracón. Son de esperar reacciones alérgicas y efectos secundarios tanto en su metabolismo como en su circunstancia. 

Esperemos que la división y polarización social que ha sembrado no enfangue sin remedio nuestra sociedad. No será fácil. De momento, su política frentista y de muros le ha dado el gobierno, pero lejos de apaciguar la convivencia, la rabia se ha trasladado a las calles. Aumenta la crispación y la temperatura emocional repunta. Esperemos que no alcance el punto de ebullición y ojalá Sánchez nos sorprenda recomponiendo lo que ha roto y descompuesto. Eso sí, las gentes de bien del PSOE siguen calladas y sometidas.

La temperatura emocional repunta; esperemos que no alcance el punto de ebullición y ojalá Pedro Sánchez nos sorprenda recomponiendo lo que ha roto
y descompuesto. 

Mientras tanto, nos toca resistir y no reblar, construyendo puentes entre trincheras, sin renunciar a la protesta, trasminando muros y paredes. Una opción es buscar la belleza más allá de estos lodos políticos. Y mejor si se siente, se hace, se palpa, se moldea. A pesar de estos fangos, donde nos han metido, es posible crear. Precisamente en el barro hay un mundo para soñar. Como dice, entre broma y broma, mi maestro laudero, Javier Martínez, "menos mal que Gea, diosa de la Tierra, dispone de vez en cuando planes con los que nos regala alegría y optimismo. Como sucedió en el origen de los tiempos, cuando surgió tras el Caos y alumbró a Urano, el cielo estrellado, y acostada con él creó a Océano, Cronos, los Ciclopes entre otra interminable progenie". Leyendo en la historia se aprende a construir el futuro.

El barro también puede ser bueno y necesario. Junto a la Escuela de Violería, lleva un año funcionando ‘La Benditera’. Con su nombre recupera las piletas de agua bendita que se colocaban en las casas, en aquellos tiempos donde lo divino y lo sagrado llenaban de simbolismo el día a día. Eran tiempos donde mentir era pecado y deshonra. Tiempos distintos donde hubo de todo, salvando las distancias, como ahora. Entonces, aquellas benditeras escuchaban secretos inconfesables, las más de las veces, de sus dueñas, mujeres que de ordinario las rellenaban y, ahora, se prodigan en un nuevo espacio creativo que está alimentando la vida cultural de Zaragoza. Como dicen en el vecindario: ¡bendita Benditera!

Eso sí, las gentes de bien del PSOE siguen calladas

Su puesta en marcha, hace poco más de año y medio, representó un antes y un después para el barrio de la Magdalena. No hace falta más que pasear por Cantín y Gamboa para admirarse del ambiente que se advierte tras sus grandes cristaleras. Es un fogonazo de alegría que arranca del barro ilusiones. Se hace arte y artesanía, se festeja y se celebra, se juega y se vence la tensión, aprendiendo de Arancha a crear belleza con piezas cerámicas de calidad. Es un rincón para descubrir.

Y en este rincón de la ciudad, al barro se suman sonrisas, paciencia y alegría como si estuviera ahí mismo Facundo Cabral recitando aquello de "la alegría te hace sabio, no las preguntas […] para vivir mejor, hay que ser mejor". Ahí el barro no miente, al contrario transmite, forma y alimenta el espíritu. Incluso convoca a figuras internacionales como Verónica Yías, ceramista argentina, incansable exploradora de barros universales. Recorre Latinoamérica buscando ese noble material, a la vez que investiga la cerámica precolombina, con tanto éxito en México, Colombia y otros países, llenando de seguidores su cuenta de Instagram. Es un soplo de aire fresco en estos tiempos de crispación. Es una manera de reconectarse con el pasado de la propia ciudad. Desde La Benditera nos descubren el legado cerámico, con visitas programadas al oriental de la parroquieta de la Seo, o al patrimonio cerámico municipal, en especial las ‘darbukas’ del siglo XI halladas en un yacimiento en el Barrio de San Pablo. Si Goya levantase la cabeza se vendría a disfrutar de la vida, sintiendo cómo se para el tiempo, cuando del barro o de la madera se transforma la vida. Todo sin salir de nuestro entorno. Y sin que Sánchez moleste. 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Chaime Marcuello)

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