Por
  • Javier Lacruz

Seguimos vivos

Seguimos vivos
Seguimos vivos
Pixabay

Noviembre: mes de los muertos. Seguimos vivos. Pero ni tan siquiera saber eso otorga sosiego o sabiduría. Porque no se trata de estar vivos, sino de existir. A saber: el cuerpo vive, el sujeto existe, el ser es social. 

Nada escapa a esta tríada, a esta consigna. Salvo la muerte. Aunque hay algo peor: el ‘muerto viviente’ (no los de las películas ‘gore’, sino la vida que llevan unos y otros). Aquellos que pasan por la vida, pero que la vida no pasa por ellos. Aquellos que están muertos en vida. Los ‘normóticos’, sujetos planos. Ovillados en su futilidad, en su aburrimiento existencial. En cambio, el juego abre todas las partidas. Y solo el juego creativo –el jugar al modo nietzscheano: serio–, otorga carta de naturaleza. Identidad. El resto es calderilla de autoayuda.

Estamos tasados: somos mortales. Seres finitos. La muerte completa el ciclo: dejamos de vivir, de existir, de compartir. ‘This is the end, my beautiful friend’ (The Doors). Sostengo que la muerte ayuda a vivir. Porque la idea de la muerte nos empuja hacia la vida. A mantenernos en vida. A seguir existiendo. Nos aferramos a la vida por nuestra levedad humana. Por nuestra enorme fragilidad. Y nos amparamos en un espejismo: necesitamos negar la muerte para afirmar la vida. Precisamos defensas. La muerte, despojada de miedos, tabúes, sandeces y trampas, no alberga esperanza. Esas fruslerías son cosa de ilusos. De aquello que queda imperecedero lo llamamos cultura. Cervantes, Bach, Picasso… Noviembre: mes de los muertos. Seguimos vivos.

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